Entrada destacada

Click 6

On Mañana cumplo 49 años. Ese número anuncia la inminente llegada de los 50 en tan sólo un año. Estoy tan agradecida con la vida. Tan...

domingo, 30 de septiembre de 2018

Click 6

On
Mañana cumplo 49 años.

Ese número anuncia la inminente llegada de los 50 en tan sólo un año.

Estoy tan agradecida con la vida.

Tanto.

Rewind
Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 4 años. Mi mami invitó a mis amigas y también vinieron mis tías y Buba (mi abuela). El regalo más lindo de todos es el de Buba. Es una cuna lindísima para mis muñecas. Ya quiero ir a jugar.

Forward
Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 7 años. Mi mami me hizo una fiesta de disfraces y muñecas en el garaje de la casa. Vienen muchas de mis amiguitas y estoy muy emocionada. Mi mami está embarazada y creo que por eso me hizo una fiesta tan linda. Para que yo no tenga celos. Pero no le digo nada y solo disfruto. Me regalaron una pizarra con una mesita y sillas lindíiiisimas, todo amarillo. Mi tío Ricardo, el hermano menor de mami sabe dibujar al pato Donald y a Mickey Mouse y habla como el pato Donald y todas nos reímos mucho. Estoy feliz.

Forward
Ya casi cumplo 8 años. Mis papás no me hacen una fiesta, pero mami me lleva a La Universal ¡¡¡a escoger todos los regalos que quiera!!!

Escojo libros y un perrito de peluche que viene en una canasta. Mañana lo voy a llevar a la escuela para que me acompañe y para que lo vean mis compañeras.

No estoy feliz en la escuela.

No la paso bien, pero tal vez mañana, con mi perrito nuevo, mis compañeras quieran jugar conmigo.

Al día siguiente, voy a la escuela con mi juguete pero todo me sale mal. Mis compañeras en lugar de jugar conmigo, otra vez me tratan mal. Una de ellas, la que menos me quiere, se espera hasta el final del recreo y me empieza a pegar y a empujar y yo me caigo con mi perrito. Está bien que yo me caiga, pero que mi perrito se caiga no está bien. Por primera vez me pongo furiosa. Mi compañera se acerca, no sé si a pegarme o a ayudarme pero yo estoy tan brava, que cuando la tengo cerca, me hago una bolita en el piso, recojo las piernas y ¡le pego una patada en la panza que la manda volando!

Me defendí.

Eso se siente muy bien.

No sé qué me van a después, pero me defendí y defendí a mi perrito.

Forward
Hoy cumplo 13 años. Mis papás se divorciaron hace como un año. No se acuerdan de mi cumpleaños. Mi mamá está muy triste porque se le murió una de sus mejores amigas y cuando entro a su cuarto a recordarle me dice mi cumpleaños no es importante. Mi papá siempre está enojado conmigo y no sé por qué.

Estoy triste.

Forward
¡¡¡Estoy feliz!!!

Voy a cumplir 15 años y me van a hacer una fiesta grande. Ya fuimos a La Gloria a buscar la tela para mi vestido. Mi mamá quiere que sea de raso. Los zapatos los fui a comprar solita a San José a una tienda que se llama Ibiza.

Mi vestido es lindísimo. Blanco, con las mangas ablusonadas y siento que me veo muy bonita. Las invitaciones las hicimos en papel pergamino, con tinta color lila. Mandamos a hacer un queque en forma de herradura, por lo de la buena suerte, que tiene flores de azúcar color lila y blancas. Es precioso.

Mi papá se enojó conmigo porque Rafael, el amigo de mi mamá existe. Me dice que no va a venir a la fiesta y que me olvide de un regalo.

Es muy cansado sentirme como en medio de los dos.

Pero bueno, es lo que me toca.

El día de mi fiesta me alisto y me siento lindísima, pero cuando bajo a la fiesta, veo como a 100 personas y me doy cuenta que no conozco a NADIE. Me pongo muy nerviosa y me da mucho dolor de panza y salgo corriendo al baño. Después, bajo y lo paso muy lindo. Mis amigos me regalan cosas preciosas, muchas cosas de Hello Kitty y Little Twin Stars que me fascinan. Me regalan cadenitas de plata y mi tía Lydia me regala una plaquita de plata que dice mi nombre.

Mi papá si viene.

Mis amigos vienen.

Eso me hace feliz.

Ese año, me va pésimo en el colegio.

Me robé las notas del primer trimestre y dije que se me perdieron, entonces en el cole, hacen unas nuevas que yo firmo haciendo la firma de mi mamá y son las que entrego. A mis papás les doy las que me robé, en las que pongo la nota que yo quiero que ellos vean, para que no me sigan diciendo vaga y tonta…

A final de año, voy quedada en 4 materias y no les he dicho a mis papás. Mi hermano Alejandro, se da cuenta de que hay algo que no anda bien y el día de la entrega de notas finales va el al colegio a recogerlas.
Me van a asesinar.

Llegamos a la casa y mi hermano le entrega las notas a mi mamá. Ella no me dice nada pero llama a mi papá.

Me van a matar.

Adiós mundo.

Hay reunión familiar en la casa. Sorprendentemente, mis papás no están tan enojados como yo pensaba. Mi mamá dice que como ya no hay nada que hacer, que disfrute las vacaciones… yo estoy de acuerdo. Tengo todos mis años de colegio, de ir a curso de verano y a hacer exámenes de reposición.

Me merezco las vacaciones.

Lo paso increíble.

Forward.
Voy a cumplir 16 años. Me gusta mucho mi clase. Tengo muchas amigas y lo paso súper. Ellas me celebran el cumpleaños.

Por primera vez pruebo el licor y lo detesto. Sabe espantoso y no me gusta la sensación de perder el control.

En mi casa me hacen un queque y estamos todos. Vienen mi papá y mi Buba.

Lo paso bonito.

Forward
Voy a cumplir 17 años. Tengo novio y lo amo. Celebro mi cumpleaños en mi casa, con mi familia, con mi novio y con mi amiga Ana Clara. Mami compra un queque y cosas ricas, y me hace un café familiar.

Mi papá viene.

Siempre viene para mis cosas importantes y se nos olvidan los enojos.

Eso es importante para mi.

Después hago una fiesta en mi casa con mis amigos y mi novio y bailamos mucho.

Forward
Voy a cumplir 18 años.

Mi mamá entra un día a mi cuarto y me dice que a partir de mis 18 años, ya no voy a seguir “viviendo gratis en su casa”. Que o empiezo a trabajar y a aportar dinero o que vaya a ver a donde vivo.

Pues sí.

Esa es mi realidad.

Voy a empezar la universidad y a buscar trabajo a la misma vez.

Igualmente voy a celebrar mi cumpleaños número 18. Voy a hacer una fiesta y a invitar a mucha gente. Como mi mamá está de viaje más o menos voy a hacer lo que quiera.

Mi hermana Mariana, que trabaja en la Cervecería, logra que me regalen ¡DOS BARRILES DE CERVEZA CRUDA! Eso es garantía de una buena fiesta…
--------
La fiesta es un desmadre total.

Mis amigos se toman hasta la última gota de cerveza. Otros traen su propio licor y en resumen, a cierta hora de la noche, me encuentro a gente dormida en los baños, abrazados al excusado, en los sillones de las salas, en el jardín…

Hay aserrín de los barriles de cerveza por toda la casa.

A otros amigos se les ocurrió la genial idea de probar qué pasaba si metían un huevo crudo en el microondas y lo ponían a funcionar en el máximo poder. Por supuesto, explotó el huevo y casi explota el horno.

Quebraron una pieza de madera de la sala.

¡¡¡Pero yo lo pasé GENIAL!!!!

A la mañana siguiente me levanto a las 9 de la mañana para empezar a limpiar, asustada de lo que me voy a encontrar. Bajo a la sala y me topo a mi hermanita y a mi empleada, escoba y palo de piso en mano.

La casa está impecable.

Las amo.

Pausa.
Ese año, tomé la decisión de celebrarme yo misma mis cumpleaños importantes. Así, celebro mis 20, mis 25, mis 30, mis 40.

Les quito la responsabilidad a los demás de hacer cosas para mí. Con cada año que pasa, vuelvo la vista atrás y veo con alegría, cierta nostalgia por algunas cosas, ternura, amor y agradecimiento. Tanto agradecimiento…

Mañana, primero de octubre del 2018, cumplo 49 años.

Todos los cumpleaños de ésta década que termina en un año, los he celebrado con los que amo y me aman, con enorme alegría.

Hoy, como todos los años, veo hacia atrás y veo una vida bien vivida, llena de amor y de felicidad diaria, consciente y voluntaria. Hoy, como siempre, hago un repaso por las décadas vividas y casi cierro ésta, como he cerrado las demás.

Esta década de los 40’s, de la cual me falta todavía un año por vivir, ha sido simplemente espectacular.

Es en los 40’s, donde me reencontré conmigo misma, donde entendí que solo agradecida y contando mis bendiciones diariamente, hago consciente y real todo lo bueno que tengo y así logro ver que la vida me sonríe todos los días. Donde logré hacer las paces con mi pasado y recordarlo con amor. Donde recuperé mi risa, donde el miedo al futuro se transformó en ilusión, donde la esa tristeza que me hacía pesada la vida, se volvió alegría, donde nuevamente pude cantar a gritos, esta vez bien acompañada. Donde mi libertad de espíritu, mi pensamiento, mis valores familiares y todo lo que soy, no solo ha sido valorado sino amado con fuerza y respeto.

Es en ésta década, donde vi convertirse a mis hijas en dos jóvenes mujeres llenas de amor, entereza, paz, alegría e ilusión al futuro, a pesar de los momentos bajísimos, las desilusiones, los cambios abruptos y la incertidumbre que hemos vivido. Donde puedo decir que si algo he hecho bien es criarlas a ellas bajo mi ala, mi mirada, mi cuidado y protección.

Benditos 40’s, que me vieron amar de nuevo. Ilusionada como una mocosa de 11 años.
Amada.

Maravillosos 40’s que me vieron bailar, cantar, festejar, llorar, sufrir y volver a reír. Que me vieron caerme y levantarme. Que nunca me vieron perder el orgullo de ser quien soy. Que me recordaron una y otra vez que soy respetada y valorada y querida. Que me permitieron empezar a recoger la cosecha de amor sembrada. Benditos 40’s, en los que mi familia pequeñita de 3, se convirtió en una familia de 6, llena de profundísimo amor.

Bendita vida.

Bendita y bendecida.

Benditos los que me acompañan en este camino.

A éste último año de mis cuarentas, decido recibirlo con paz, amor, sin exigencias pero con esperanzas, dándome a los que me aman y como siempre agradecida con la vida, el Universo y D-os.

Usualmente, celebro todo el mes de cumpleaños, pero este año en particular, decido celebrar TODO EL AÑO.

No es todos los años que cumplís 49.

Felicidades Irenita. Te amo.

Continuará.




martes, 5 de septiembre de 2017

El traje de Narciso

Uno de esos (todos) días en los que Narciso pensaba en él mismo, en todo lo bueno que era ir por el mundo repartiendo supuestas verdades a quien quisiera o no escucharlas, escribiendo cartas aleccionadoras de páginas y páginas de largo, desechando gente solo porque pensaban diferente, alguien decidió ponerle un alto.

Narciso montó en cólera.

No era posible que a EL, al predicador bíblico, al dueño de la verdad absoluta, al más sabio de todos, alguien, se atreviera a confrontarlo.

“Pobrecito yo”, pensaba Narciso, “tan bueno, tan puro en pensamientos e intenciones, tan casto y tan absoluta y completamente dueño de todas las verdades del universo universal”…

Y Narciso, sin pensarlo dos veces, pasó de creerse el verdugo por antonomasia de las injusticias, victimario de los que según él, se creían más que los demás porque tenían más que él, de los padres sin moral ni capacidad de educar a sus hijos, de los niños que según el eran crueles y mal educados por padres ineptos con actitudes vergonzosas, a verse como una pobre víctima de todos los demás.

Y se metió en una piscina de autoconmiseración.

Y se le llenaron los oídos de agua.

Y lloró desconsolado…

Pobrecito él, Narciso.

Siempre tan bueno.

Siempre tan puro.

Siempre tan cauto.

Siempre tan santo.

Fantasioso y con un sentido grandioso de su propia importancia, se absorbió en sus propias fantasías del poder que le daba creerse lo que veía en el espejo ficticio de su imaginación desbordada.

Pobre Narciso, que se fue quedando solo, porque “era tan brillante su luz, que opacaba a los que se atrevían a compararse con él”.

Pobre Narciso el incomprendido, el genio poderoso y brillante, cuya genialidad y brillantez no era más que lo que él decía que era.

Pobre Narciso, que de tratar de comerse la luz de los demás, lastimando con sus palabras y acciones a todos los que alguna vez lo quisieron sin reservas, se quedó solo y a oscuras en esa piscina de agua fangosa y empozada.

Y es que Narciso creía ciegamente, que traía la era Mesiánica investido de verdad y portador de la luz que finalmente iluminaría al mundo.

Creía que era tan grande como los profetas y tan valioso como un dios.

Y se fue vistiendo con un traje de capas y capas de mentira, de dolor ajeno causado por él, del enojo de los demás, de la frustración de los otros ante sus falacias. Y el traje le quedó perfecto en un inicio, pero fueron aumentando las capas que lo formaban y Narciso dejó de verse a él mismo en su espejo. Ya no encontraba su imagen grandiosa y lo único que lograba ver, era la cara de un monstruo que aniquilaba lo que había a su alrededor con esa sed irrazonable de atención.

Un día, Narciso no amaneció.

Su traje de capas y más capas de mentira, de crueldad, de malas acciones, de palabras llenas de odio y engaños, terminó por comerse hasta el último pedacito de su posibilidad de existir.

Y solo quedó el traje.

El vestuario.

El disfraz.

Pobrecito Narciso.

Consumido por su propio odio. Por su arrogancia. Por su altivez y prepotencia. Por su falta de empatía. Por la envidia que sentía de los demás. Por tantas palabras escritas con maldad y ganas de hacer doler, detrás de una pantalla a modo de escudo.

Por todo eso que era la realidad de lo que era.

Pobrecito Narciso.

Por su incapacidad de ver que los demás a los que tanto despreciaba, eran al final quienes lo hubieran acompañado hasta el final de su vida.

martes, 13 de diciembre de 2016

Click 4: Todas las estrellas están floreadas

On

Rewind.
Tengo 12 años. Hace poco descubrí el “Bookshop”, en San José. Es como un paraíso, lleno de libros en inglés y yo estoy aprendiendo inglés. Un día que estoy por ahí, entro y me pongo a revisar entre los estantes de la librería. Quiero todos esos libros, pero no tengo cómo comprármelos. Si le digo a mi mamá me va a decir que le diga a mi papá que me va a regañar.

Me robo uno.

Nadie se da cuenta y salgo campante de la tienda y sin sentirme culpable. La próxima vez voy a comprar dos. Pasan un par de años y mantengo la misma dinámica. Me robo unos y compro otros.

Forward.
Tengo 39 años. Salí de la casa y me quedé afuera y sin llaves. Solo yo tengo llaves, todas las puertas y las ventanas están cerradas. Mis hijas me ven con cara de frustración. Quiero llorar hasta que veo el balcón.

Esa puerta siempre está abierta.

Siempre hay una puerta abierta.

Rewind
Tengo 6 años. Mi hermano está subido en el techo de la casa, limpiando las canoas. Me quiero subir con el, pero mi mamá me dice que no y me cuenta una historia de cuando ella tenía mi edad y “por andar de traviesa” se cayó de un puente y se lastimó mucho. Me subo al techo, trepándome como un gato por la pared de lajas y ayudo a mi hermano a limpiar las canoas.

Mi mamá no sabe que lo que le pasó a ella, no me tiene que pasar a mí.

Y que lo que ella piensa o siente es sólo de ella y no mío.

Rewind
Tengo 4 años. Mi papá me está enseñando a leer. Estoy sentada en el piso y el en la cama. Poco a poco entiendo las letras y como forman palabras. Mi papá está feliz de enseñarme y yo estoy feliz de aprender con él. Mi papá me dice que los libros siempre le abren nuevas puertas y mundos a uno.

No entiendo muy bien lo que dice.

Forward
Tengo 11 años. Estoy sentada en el techo del último piso de la casa pensando y leyendo. Desde acá veo el paisaje y siento el viento. Me gusta mucho como suena y como se siente el viento en la cara.

Me gusta mucho estar conmigo.

El vecino sale al patio de su casa y me ve. Llama a mi papá que a su vez llama a la casa y mi mamá sale al jardín y me regaña obligándome a bajarme.

La gente grande sí que es miedosa.

Rewind
Tengo 4 años y medio. En mi casa hay un cuarto que está lleno de libros y se llama “El Estudio” es el piso más alto de la casa y casi nunca hay alguien. Mi mami sube conmigo. Me enseña un closet donde están los libros que me deja leer y me enseña toooodo el resto de los libros que no me deja leer porque “soy pequeña”… Hay libros de aventura que son de mi hermano Alejandro, libros con nombres que me cuestan un poco y cuando los digo, mis hermanos y mis papás se ríen de mí. Hay libros que eran de mi hermana Mariana y mi mami dice que esos ya pronto los voy a poder leer. Hay libros que eran de mi mami cuando era pequeña. Esos también ahorita los voy a leer.

Forward.
Tengo 13 años. Otra vez me fue mal en las notas del colegio y mi mamá dice que “como castigo, tengo que hacer inventario de TODOS los libros de El Estudio”. Estoy parada frente a los estantes en los que debe haber un millón de libros. Tengo que agarrar uno por uno y en un cuaderno, apuntar el nombre del libro, el nombre del autor y ponerle un número que también tengo que escribir en el libro.

Lo que mi mamá no me dice es cuánto tiempo tengo que durar, así que de pura rebeldía, agarro los “libros prohibidos” y paso horas leyendo.

Rewind.
Tengo 8 años. Estoy leyendo. Cuando leo, camino por donde los personajes caminan, siento lo que ellos sienten, huelo lo que ellos cuentan que huelen y vivo todo lo que ellos viven.
El libro que estoy leyendo se llama “La cabaña del tío Tom”. Estoy en la cabaña con él cuando llega el capataz y lo golpea. Estoy con el cuándo ese mismo capataz le amarra una roca con una soga al cuello del perro del Tío Tom y sin importarle todo lo que él le ruega, lo tira al río mientras el perro lo ve con ojitos de “ayúdame”.

Yo estoy ahí. Y estoy sufriendo con él. Lloro mucho y nada me consuela.

Pego un brinco cuando mi mamá entra a mi cuarto y vuelvo al mundo real.

No entiendo como los humanos nos hacemos esas cosas.

Me prometo nunca ver a nadie diferente.

Y no.

No es solo un libro.

Para mí, es una lección.

Forward
Tengo 9 años. En mi escuela no la paso nada bien. No quiero ir pero mi papá me regaña y me dice que no puedo ser tan sensible. Que tengo que ser fuerte porque eso “crea carácter”. Todos los recreos me voy a la biblioteca y me voy del mundo.

Mis compañeros me dicen “ratón de biblioteca”.

A mí no me importa.

Los libros siempre me invitan a entrar a un mundo donde puedo vivir sin miedo.

Entiendo lo que mi papá quería decir.

Rewind
Tengo 8 años. Me robé un libro de la biblioteca de mi mamá. El libro se llama “Cómo casarse con un millonario” y es muy divertido. Es domingo y estoy en el club, sola, leyendo con un plato de papas fritas en frente. No me doy cuenta cuando alguien me toma una foto. Unos días después, mi mamá entra en mi cuarto muy enojada y me regaña porque salí en el periódico La Nación leyendo “Como casarse con un millonario”. El título del artículo dice “lo que leen los niños ahora” y dice que leemos cosas que no son para nuestra edad, ¡conmigo como ejemplo!

Qué complicados y enredados son los grandes. No entiendo por qué tienen que hacer un problema por algo que no es cierto.

A mí no me interesa casarme con nadie todavía…

Sólo tengo 8 años.

A mi papá le hace una gracia espantosa la estupidez de la gente.

Me cae bien mi papá.

Forward
Tengo 22 años. Trabajo todo el día y estudio en las noches.

Lo último que quiero cuando llego a mi casa es leer.

Forward.
Tengo 30 años y estoy leyendo “El evangelio según Jesucristo” de José Saramago.

Me trago el libro.

Me voy del mundo. No escucho. No hablo. Solo leo.

Leo escondida en el baño para no despertar a mi esposo leyendo en la madrugada. Leo al desayuno. Leo al almuerzo. Leo. Me parece maravilloso, subversivo, inteligente, retador.
Con cada página, redescubro esa pasión por la lectura y la magia, el poder y el peso que cada palabra tiene en sí misma.

Amo leer y tener extensas conversaciones conmigo misma sobre lo que he leído.

Amo encontrarle nuevos significados a temas que usualmente se dan por sentado.

Amo cuestionarme.

Amo los silencios en los que las palabras se convierten en imágenes mías.

Propias.

Unicas.

Rewind.
Tengo 9 años y estoy triste y me siento sola. No tengo amigas ni amigos en mi escuela. Una de mis profesoras me ha visto muchas veces escondida detrás de un libro. Un día me trae un regalo.

Es un libro que se llama “El Principito”.

Lo abro y veo que mi profesora me escribió algo: “Para mi pequeña amiga Irene, que no se sienta tan sola”.

Forward.
Tengo 45 años y estoy comentando con mi mamá acerca de un libro que ambas leímos. Es increíble cómo nos redescubrimos permanentemente en el lenguaje de la literatura. Cuántas cosas en común, cuántas risas compartidas. Cuánto también, difieren nuestras opiniones acerca incluso de una misma frase. Cuán distinta nuestra visión acerca de un mismo libro y lo que escogemos aprendender de cada uno de ellos. Cuánto amamos esas conversaciones. Son puertas que se abren entre nosotras y a pesar de darme cuenta da las diferencias tan enormes sobre cómo cada una ve las cosas, procesa los temas y vive la vida, nuevamente amo esa posibilidad que únicamente dan las artes plásticas, la literatura y la música de borrar las fronteras y las diferencias y acercar a las personas bajo un mismo lenguaje.

Rewind.
Tengo 32 años. Estoy en la oficina de mi papá. Está llena de libros de medicina. Algunos se ven muy viejos. Se que son sus tesoros. La conversación pasa de la salud a la literatura y me cuenta que está leyendo una serie de un escritor que se llama Noah Gordon. Me pregunta si lo conozco y cuando le digo que no, me dice que en cuanto la termine me la regala.
Siento que una nueva puerta se abre entre mi papá y yo y amo a los libros aún más por darme esta nueva posibilidad.

Forward.
Diciembre 2016. Bajo a desayunar. En la mesa del comedor, un atril siempre ocupado. En las mesas de la sala, varios libros “en fila”. Esta vez estoy leyendo la segunda parte de una trilogía sobre las ciudades más importantes del mundo. Me siento a comer y de repente estoy caminando por París en 1897.

Otra vez un mundo propio.

Otras vez mis propias e inviolables imágenes.

Otra vez el silencio en mi cabeza y esta autocomplicidad tan deliciosa.

Rewind.
Diciembre 2013. Mi mami está enferma. Muy enferma. No se va a curar. Tiene cáncer y se está muriendo. Ella no lo sabe pero lo presiente. Una tarde en la que estoy con ella, me dice que no está viendo bien y que no puede leer. Que ella sin sus libros no es nada. Quiero llorar y abrazarla, pero no puedo porque sospecharía sobre la gravedad de su enfermedad, entonces le cuento sobre el libro que estoy leyendo y la sumerjo en ese mundo que tanto ama, la distraigo y la hago feliz un buen rato.

Mi mamá muere ese mismo diciembre.

Yo ya tengo muchos de sus libros, porque ella me los fue regalando tiempo antes, como su herencia en vida. Y después, entre los hermanos, nos repartimos otros.

¡Qué herencia tan maravillosa!

Atesoro con el alma cada uno de esos libros como si fueran trofeos y cuando los leo, lo hago con una mezcla de profundísimo amor y tristeza al saber que no podré comentarlos con ella, pero sabiendo que entre tanto que heredé de ella, el amor por la lectura es una de las cosas más valiosas. Lo que siempre nos mantendrá juntas y lo que permanentemente abrirá puertas de emoción, amor y felicidad cuando la recuerde.

Todo lo que leo lo hago en su honor y honrando su memoria.

Pausa.
Entre mis libros, me reencuentro con “El Principito”. Leo la dedicatoria en la portada interna. Sigo leyendo y leyendo…

“-Lo que es importante no se ve…

-Cierto…

-Es como con la flor. Si amas una flor que se haya en una estrella, resulta delicioso mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están floreadas.

-Es bien cierto…

-Es como con el agua. La que me diste a beber era como una música, por la polea y la cuerda… ¿Te acuerdas?... ¡Que buena era!

-Es bien cierto…

-Por la noche contemplarás las estrellas. La mía es muy pequeña para que pueda decirte dónde se encuentra. Es mejor así: Mi estrella será para ti una de tantas. Por eso te gustará contemplarlas a todas… Todas serán amigas tuyas. Y ahora te voy a hacer un regalo… Y rió.

-¡Ah, hombrecito, hombrecito, hombrecito, cuánto me gusta verte reír y oírte!

-Justamente ese será mi regalo… Será como con el agua…

-¿Qué quieres decir?

-La gente posee estrellas que no son las mismas. Para los que viajan, las estrellas son guías. Para otros no son más que lucecitas. A otros, que son sabios, les crean problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas estas estrellas son mudas. Tú, tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido…

-¿Qué quieres decir?

-Cuando por la noche mires al cielo, como yo viviré y reiré en una de ellas, entonces será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reir!

El Principito rio nuevamente.

-Y cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno), te sentirás contento de haberme conocido. Siempre serás mi amigo. Tendrás ganas de reír conmigo. Y a veces abrirás tu ventana así…por simple placer…y tus amigos quedarán extrañados al verte reír viendo al cielo. Entonces tú les dirás: “Sí, las estrellas siempre me hacen reír”, y te creerán loco. Y yo te habré jugado una mala pasada…y aún río de nuevo.

-Será como si yo te hubiese dado, en lugar de estrellas, multitud de cascabelitos que saben reír."

Continuará.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Israel

Crecí con tu nombre en los labios antes que en el corazón.

Sabía de tus maravillas porque me las contaban. Vi ir y venir a muchos y mientras pasaban los años, te me hacías cada vez mas un sueño inalcanzable, de esos que uno ama soñar aunque los sienta un imposible.

Mil veces me repetí a mi misma que sería en el momento justo y exacto, cuando podría conocerte, dandole así alas al tiempo para que continuara pasando mientras yo solo lo miraba pasar.

Viví con vos tus guerras y paz, celebraciones y llantos, éxitos y derrotas y me hice un poco tu vocera, como si así estuviera un poco mas cerca y tal vez la vida me quisiera regalar y hacer mi sueño verdad.

Y sucedió tal cual como lo había imaginado.

En el momento justo y perfecto.

Atreviéndome a soñarte abiertamente y diciéndolo en voz alta.

Con mi hija en tu suelo.

¿Qué mejor momento Israel?

Me acogiste en tus brazos y si alguna vez había leído, escuchado o pensado lo que eras, lo que sos me dejó marcada por el resto de mi vida.

Me llenaste los ojos, los oídos, el corazón y el alma.

Me hiciste tuya y te hice mío. Te recorrí con la curiosidad desatada y con ilusión de niña. Te sentí latir fuerte y me colmaste las venas.

Te disfruté como adolescente que ama por primera vez.

Te adoré como la adulta que leyó de vos, aprendió sobre vos y te añoró desde sus primeras memorias.

Como la mujer que ha rezado por tu existencia, tu derecho, tu paz y tu integridad, sabiendo que son las propias.

Como la judía para la que sos su hogar aunque no viva ahí y que aun sin ser religiosa, rezó en tu muro con un fervor desconocido.

Como la ciudadana del mundo que encontró en tus entrañas todas las culturas, los colores, las costumbres y los idiomas juntos reunidos en vos y conviviendo pacíficamente a pesar de todo.

Me conmoviste hasta lo más profundo de mi alma y me hiciste sentir en mi hogar.

Y quise mostrarte a mi mundo, orgullosa, llena de emoción y tan agradecida que quería que todos te vivieran como yo.

Y te vieron y te conocieron y te vivieron conmigo, aunque las palabras y las imágenes se quedan tan cortas.

Sos historia viva a cada paso.

Sos color y calor.

Sos verde desierto pleno de vida, piedra y arena, agua y azul.

Sos alegría pura. Orgullo. Amor. Lealtad. Fervor. Fuerza. Ternura. Juventud. Vida. Esperanza. Paz. Acción. Risa. Llanto. Pasión. Familia. Reencuentro. Raíces. Mis raíces. Nuestras raíces.

Israel.

Que D-os, me de vida para vivirte muchas veces más.

martes, 3 de mayo de 2016

Click. Tercera parte.

On

Play
Tengo 14 años. Hace poco mas de un año y medio que se divorciaron mis papás y a mi mamá se le ocurrió que tengo que ir a una sicóloga porque tengo problemas... así, en plural.

La primera cita es con los dos ahí conmigo.

Me siento como si estuviera en una corte marcial.

No levanto la mirada del suelo de la oficina.

Estoy muy enojada y humillada de estar ahí a la fuerza.

Pienso que mis papás son unos cómodos que prefieren que alguien más les arregle las cosas conmigo antes de escucharme a mí.

Mi mamá habla de lo que ha pasado desde el divorcio, de acuerdo a lo que ella piensa. Habla de lo mala estudiante que soy. Habla de cómo no me interesa nada, de que soy cero aplicada en el colegio, de que solo pienso en cosas superficiales y habla de ella.

Mi papá solamente dice que él no cree en sicólogos.

Después de eso no habla.

Mi mamá empieza a hablar de las razones de su divorcio y la reunión se convierte en un campo de batalla conmigo en medio. Ya no hablan más de mí.

Trato de pensar en cualquier otra cosa menos en que estoy ahí.

La sicóloga logra que mis papás se callen y los hace salir de su oficina.

Después me pregunta si YO se la razón por la que estoy ahí.

Levanto los ojos del piso y la miro de frente.

“Estoy aquí porque mis papás creen que tengo un problema, cuando los del problema son ellos. Si usted quiere hable, porque yo no tengo nada que decir”.

Vuelvo a terapia solo 6 veces más.

No tengo nada que decir.

Forward.
Tengo 16 años. Llego a la casa después del colegio. No hay nadie más que la empleada que me detesta porque soy la patrona pero a la vez no lo soy. Otra vez no hay mas que un pedazo de carne frío y tieso en una sartén en la cocina y arroz, también frío y duro.

Dejo la carne donde está.

Agarro arroz y queso y me hago un exquisito arroz “crujiente” con queso derretido.

Me siento a comer sola con mi libro.

Esa tarde le digo a la empleada que me deje la carne cruda. Que yo la cocino cuando llego. Me mira sorprendida y se encoge de hombros.

Rewind
Tengo 13 años y estoy en la casa de una de mis tías. A las 7 sirven la cena. Hay arroz, un arroz que nunca había probado, delicioso. Pregunto y mi tía dice que es arroz precocido (hago una nota mental para que ese nombre nunca se me olvide), carne en salsa, ensalada y postre. Parece una fiesta, pero así es como comen todos los días todos juntos. Mis tíos tienen un cuarto entero de despensa. ¡Huele tan rico! Huele a comidita especial, huele a una casa donde hay alguien que se preocupa porque todos estén bien.

Cuando sea grande voy a tener una.

Llena de cosas riquísimas y siempre llena.

Siempre llena.

Forward
Tengo 17 años. Una de mis amigas viene a mi casa después del colegio y yo preparé una coliflor en salsa blanca con queso derretido y bistec. Comemos riquísimo y me siento muy orgullosa de mi misma. Mi amiga me dice que soy una campeona por cocinar como cocino y yo le contesto que no es eso, pero que si no lo hago yo, no comemos. Ella piensa que es un comentario de lo más gracioso.

Yo no le encuentro la gracia.

Rewind.
Tengo 10 años. Mi mamá me lleva con ella al supermercado. Me dice que detesta tener que hacer compras. A mi me encanta el super, me encanta como huele y todas las cosas que hay. Mami me enseña cómo escoger las frutas y las verduras y la carne. Me gusta mucho ayudarla. Mami dice que "tengo buena mano" para escoger las cosas.

Forward
Tengo 12 años. Mi mamá dice que está deprimida y con migraña y que no puede ir a hacer las compras. Me dice que vaya yo. Me hacen una lista y me voy en bus al supermercado que queda en el Paseo Colón. Compro todo lo que está en la lista y me devuelvo en bus con las bolsas de las compras. Otro día, mi mamá me dice que vaya a pagar los recibos del teléfono, del agua y de la luz. Me dice dónde ir y a partir de ese día muchas veces voy yo a pagarlos. Mi mamá me dice que en el Mercado Mayoreo las frutas y las verduras son mejores y más baratas. Empiezo a ir en bus al Mercado y me encanta. Todas las frutas y las verduras están fresquitas. Hay un puesto que se llama “Chupis” donde una de mis tías compra así que yo empiezo a comprar ahí también. Me siento grande.

También me empiezo a encargar de las compras de útiles, cuadernos y uniformes míos y de mi hermana. Mi mamá no tiene tiempo. Yo soy la que le pide la plata a mi papá y también la que después le llevo las facturas y el vuelto. Después de las compras, me encargo de forrar los cuadernos de las dos.

Forward
Tengo 17 años. Mi mamá entra en mi cuarto. Me dice que en SU casa, nadie vive de gratis. Me dice que a partir de que cumpla 18 años o trabajo y aporto por lo menos la mitad de mi salario para cosas de la casa, o empaco y me voy.

Me dice que lo que hago en la casa es lo mínimo indispensable.

Me quedo sin palabras y sin voz.

Rewind
Tengo 13 años. Mi mamá está enojada conmigo porque llegamos tarde el domingo que salimos con mi papá. La estábamos pasando tan lindo que se nos fue el tiempo. Me recibe furiosa y me grita que si yo soy así de desconsiderada con ella, que por qué no empaco y me voy a vivir con mi papá. Que al fin y al cabo parece que lo prefiero a el. Le grito que eso es lo que voy a hacer. Mi papá siempre me ha dicho que cuando quiera me puedo ir con el. Cierro la puerta de mi cuarto de un portazo y llamo a mi papá llorando. Le digo que me quiero ir a vivir con el.

Se hace un corto silencio en la línea y mi papá me contesta que lo siente mucho, pero que con el no puedo vivir. Que el tiene su propia vida y que yo le complicaría las cosas.

Pausa.
La verdad es que nunca me quise ir de la casa de mi mamá peleada con ella y en cuanto cumplí 18 años, salí a pedir trabajo por primera vez en la vida, con las notas del primer cuatrimestre como referencia de mis capacidades, lo que muy obviamente no dio resultado, pero me hizo darme cuenta que no tenía miedo. Era más grande mi sed de independencia económica y mi orgullo, que cualquier otra cosa. Buscar trabajo me obligó a tener la mente clara y un norte fijo. Para sorpresa propia, sabía qué quería y sabía trabajar para lograrlo.

Cuando mi papá y yo hablamos sobre la carrera que quería estudiar, el fue muy claro y me dijo, “estudie algo que le de de comer, para que nunca tenga que depender de nadie más”. Hasta el día de hoy le agradezco sus palabras y el ejemplo de una vida de trabajo incansable.

Les agradezco a ambos que me educaran con un amor absoluto al trabajo y le agradezco a la vida el que siempre haya podido trabajar en lo que amo y amar mi trabajo.

Efectivamente estudié algo que me dio de comer siempre. A mi y a mi familia. Además, le perdí el miedo a crecer profesionalmente, fui cosechando éxitos poco a poco, haciéndome un nombre por mi misma y reinventando mi profesión para ajustarme a las necesidades del mercado laboral, lo que hizo que nunca perdiera vigencia y que desarrollara una serie de habilidades y conocimientos en todas las áreas de mi profesión.

Como decía Walt Disney: “A los hijos hay que educarlos con un poco de hambre”.

Mis hijas nunca me han visto ociosa, aunque no hubiera una necesidad económica imperiosa, siempre he trabajado y se que, al igual que yo tuve ese maravilloso ejemplo de mis padres, ellas lo tienen de mi.

Play
Tengo 22 años. Trabajo tiempo completo y estudio por las noches desde hace cuatro años y la mitad de mi salario lo uso para pagar cosas en la casa de mi mamá. Pago el teléfono, la televisión por cable, mi ropa, el gimnasio, mi comida y por supuesto mis salidas. Mi papá me paga la Universidad, cosa que le agradezco hasta el día de hoy.

Son las 11:30 de la mañana y recibo una llamada de mi mamá.

“En esta casa, la empleada no trabaja para vos, así que si querés almuerzo, pasá por algo al supermercado y te lo cocinás”.

Cuelgo el teléfono.

No me doy cuenta de cuando me subo a mi carro. Manejo como si estuviera anestesiada. Paro porque el semáforo está en rojo. De repente escucho mis pensamientos. Con una frialdad absoluta, pienso en llegar a la casa, agarrar un cuchillo de la cocina y matar a mi mamá.

El semáforo aún no ha cambiado de rojo a verde cuando decido que eso de la cárcel probablemente no me va a gustar.

Matar a mi mamá es lo de menos, pero vivir encerrada, mejor no.

¿Cómo se llamaba la terapeuta de mis 14 años?

En la esquina siguiente doy vuelta y me devuelvo a mi oficina. Consigo el número y llamo a la sicóloga, que inmediatamente me da una cita.

Tengo mucho que decir y a pesar que se que para sanar me voy a tener que meter de cabeza en un pozo de mierda, esta vez lo voy a hacer voluntariamente. Yo por mí.

Esa llamada le salvó la vida a mi mamá.

4 años de terapia seguida me salvaron la vida.

Fast Forward.
Estoy recién divorciada. Es viernes y nosotros siempre hacíamos Shabat en familia. Mis hijas otra vez me piden que por favor hagamos cena ese día.

Me aterrorizo.

No quiero cocinar.

YO no quiero cocinar, cuando la cocina para mi ha sido siempre un enorme orgullo y un placer gigante. Dar de comer a los míos es una de mis mayores demostraciones de amor.

Mis niñas me ruegan que por favor no perdamos eso.

Las dos se me abrazan y me dicen que aunque yo sienta que no estamos completas, si lo estamos.

Que somos una familia pequeñita de 3.

Lloramos abrazadas.

Llamo a mis hermanos y los invito. Todos dicen que sí.

Mis hijas y yo vamos al supermercado y hacemos una compra de puras cosas deliciosas para cocinar para la cena y para volver a llenar NUESTRA despensa, que huele riquísimo.

Cocinamos juntas y les enseño todo lo que puedo sobre lo que yo fui aprendiendo a lo largo de mi camino en la cocina. Verlas como aprenden de mi mano y como cada una va desarrollando un estilo propio y ese mismo amor que siento yo por la cocina, me da un enorme placer.

Forward.
Tengo 26 años. Es una de mis últimas citas con mi sicóloga. Ella me dice que el trabajo que he hecho es extraordinario. Me dice que el abuso no se refiere únicamente a lo físico y que el abandono emocional y la negligencia también lo son.

Me dice que no soy ni tonta ni vaga, ni superficial.

No soy tonta.

No soy superficial.

No soy vaga.

Ocho años de trabajo constante y de independencia total, deberían habérmelo probado, pero las palabras y las frases que nos repiten por mucho tiempo, se vuelven parte de nuestro lenguaje permanente.

Lloro mucho. Lloro como si tuviera 12 años otra vez.

Con el rabillo del ojo veo algo en la otra esquina del sillón.

La Irenita de 12 años está ahí sentada. Solita en su esquina, abrazada a ella misma, peinada con la media cola de siempre.

Ya no va a estar sola, triste ni asustada.

Ahora me tiene a mi.

La abrazo y hacemos las paces.

Se deja abrazar y mi corazón brinca de alegría.

Las dos nos reconciliamos con mis papás y un pasado que queda como un recuerdo que nos marca de por vida, pero que nos obliga a dar las gracias por lo aprendido. Los perdonamos y los amamos ya bajo nuestras propias condiciones. La Irene adulta agradece por el recurso propio de tomarlo todo como experiencia. La Irene niña, agradece por la adulta en la que se convirtió.

Forward
Tengo 35 años. Son las 5 de la tarde y mi mamá me llama de urgencia con voz de pánico. Tiene una cena en su casa y no sabe qué cocinar. Me dice que como yo cocino delicioso soy la única que la puede ayudar.

Pienso que en definitiva, lo que no te mata te hace más fuerte.

Con enorme placer le dicto alguna de mis recetas por teléfono y me agradece como si yo fuera una chef consumada.

Lo que son las cosas.

Pausa.
Continuará.

jueves, 14 de abril de 2016

Click. Segunda parte.

On.

Play.
Tengo 7 años. Mi mamá me llama al cuarto y me dice que me quiere contar un secreto. Me dice que va a tener un bebé pero que no le puedo contar a nadie. Es un secreto entre ella y yo. Un secreto es algo muy difícil de guardar. Trato de no contar pero sin querer se lo digo a mi tía, pero le digo que es un secreto que me contó mi mamá. Mi tía le cuenta a mi mamá. Mi mamá está muy enojada y me dice que nunca más me va a tener confianza. Lloro mucho.

Soy una tonta boca floja.

Fast Forward.
Tengo 9 años y soy amiga de don Otilio, un señor viejito que vive en la casa de la esquina donde pasa por mi el bus de la escuela. Es un señor muy buena gente y todas las mañanas me saluda cariñoso, con un abrazo. Un día me abraza por más tiempo que siempre y no me gusta. Me mete la mano adentro de la blusa de la escuela. Me dice que “solo quiere ver si ya me estoy haciendo grande” y que “es un secreto entre el y yo.“

Un secreto.

Me siento sucia.

No quiero esperar el bus en esa esquina.

No quiero ver más a don Otilio porque cuando lo veo me dan ganas de vomitar.

Estoy triste.

Una tarde mi mamá me lleva con ella al baño y me sube en la tapa del inodoro para que quedemos a la misma altura. Me dice que siente que estoy diferente. Me pide que le cuente, pero le digo que no puedo porque es un secreto. Mi mami me explica que hay secretos que uno no se puede guardar.

La gente grande y sus secretos me tiene muy confundida.

Mi mamá poquito a poquito hace que yo le cuente todo y me dice que nunca NADIE puede hacerme lo que ese viejo me hizo y me dice que nunca más tenga miedo de contarle algo así. Me dice que me tengo que defender siempre, que tengo que entender que ella no siempre va a estar para mi. Que yo soy responsable de mi misma, de mis alegrías y de mis tristezas, de mis éxitos y mis fracasos.

Yo soy responsable de mi misma.

Ya no estoy triste. Estoy muy enojada y cada vez que veo al viejo ese en la calle del barrio, lo persigo, le pego bien duro con la sombrilla o los cuadernos y le grito que es un cochino. Así, frente a quién esté. Ahora es ese viejo el que me tiene miedo a mi y sale corriendo cada vez que me ve. Ahora espero que sea a él al que le den ganas de vomitar.

Aprendo que tengo que tener más cuidado y que no puedo ser tan cariñosa como siempre he sido.

Desde ese día solo uso blusas flojitas.

Tengo que cuidarme solita. Yo soy mi propia defensora.

Fast Forward
Tengo 25 años y recientemente entré a trabajar en una agencia de publicidad. El gerente general es un acosador sexual, pero nadie dice nada…

es un secreto a gritos..

Odio los secretos y sé muy bien que el que calla otorga.

Una tarde, ese tipo obliga a una compañera a sentársele en los regazos frente a todo el mundo, mientras ella no se defiende.

El miedo y la opresión, son maravillosos aliados de los tipos como este.

Por lo visto, a mi compañera no le enseñaron nunca a defenderse. A que ella es responsable de ella misma, pero en ese momento no estamos para lecciones. Estoy tan furiosa que solo quisiera tener una sombrilla en la mano para estrellársela en la cabeza a ese tipo. Agarro a mi compañera del brazo, la alejo del viejo y le digo a el que si la vuelve a tocar, yo lo denuncio con el Ministerio de Trabajo. Se hace un gran silencio en la oficina.

El gerente no vuelve a tocar a nadie, porque ahora ya no es un secreto. Ahora ya todos están al tanto. Me sorprendo al darme cuenta que en mi, el sentido de justicia es mas fuerte que el miedo.

Rewind
Estoy sentada en primera fila en el Teatro Nacional. Tengo 9 años. Estoy con mi papá en el estreno de la obra Divinas Palabras. Mi mamá hace del personaje principal. Amo el teatro. Amo todo lo que pasa en el teatro. Los camerinos, los vestuarios, las pelucas, el maquillaje, la escenografía, las luces.
Yo se que lo que ven los demás es diferente a lo que veo yo, porque yo acompaño a mi mamá a todos los ensayos y la ayudo a aprenderse los textos.
La gente del público cree que los personajes son de verdad y lloran y se ríen y se asustan, pero yo no.

De repente, en la escena, a mi mamá la atacan los otros personajes y le arrancan la blusa.

Toda la blusa.

Completa y totalmente toda la blusa.

¡A mi mamá se le ven las tetas!

Miro a mi papá a ver qué cara pone, pero no pone ninguna. Cuando la obra se termina veo como todo el público se levanta y aplaude tanto que mi mamá tiene que salir hasta 4 veces a dar las gracias, ya con otra blusa puesta. La gente grita ¡¡Bravo!! Y yo estoy muy orgullosa de ser hija de mi mamá.
Al día siguiente en la escuela, mis compañeros me dicen que mi mamá es una puta porque salió sin ropa en el teatro.
Yo defiendo a mi mamá y trato de que entiendan que no es una puta.

Que es una actriz y que así era la obra.

No les importa.

Se burlan tanto de mi y de mi mamá que me quiero morir.

Me voy a meter en la biblioteca y trato de no llorar pero me duele la garganta del esfuerzo.

Tengo mucha vergüenza.

Odio tener que defenderme de algo que no hice yo.

¿Por qué no puedo tener una mamá como las de mis compañeros?

Pausa.
Mi mamá nunca fue como las otras mamás.

Fue la actriz con un talento tan portentoso, que lograba que yo dejara de verla a ella y viera al personaje que encarnaba.

Porque eso era más fácil que atreverse a ser ella misma.

Porque ver hacia dentro de ella misma era mucho más difícil que aprenderse un monólogo de mil páginas.

Fue una monja enamorada, fue Emily Dickinson, Shirley Valentine, Ana Frank, María Estuardo, la mujer Serbia… y se gustaba más en el escenario de lo que se gustaba en la realidad.

Su profesión fue su amor más grande. La amaba tanto que de alguna forma todo lo demás era secundario. La distancia que nos separaba se hacía corta cuando la veía en escena y gigante en la vida real.

Sin dejar de amarla, aprendí que para mi nunca, ninguna profesión, iba a ser más importante que hacer familia. Aprendí que el personaje principal en la escena de mi vida, era yo. Que el viaje interior y la introspección, el auto cuestionamiento y la dirección clara son mucho más importantes que la necesidad de aprobación o el aplauso de alguien más.

Play.
Tengo 31 años. Estoy embarazada de mi segunda hija, sentada en el teatro, para el estreno de “Los Monólogos de la Vagina”. Es una de las primeras obras en las que no he ayudado a mi mamá a repasar el texto. La obra da inicio y nuevamente mi mamá me lleva de la mano en un recorrido por las vivencias del personaje que encarna. Nuevamente dejo de verla a ella y veo a la mujer Serbia que llora desesperada por su pueblo y su femenidad mutilados.

Termina la obra y no paro de llorar.

Lloro de dolor por esa mujer Serbia y lloro de orgullo por ser hija de quien le da vida una vez más.

Pausa.

Continuará.

martes, 22 de marzo de 2016

Click. Primera parte.

Un fin de semana de esos en los que simplemente no quise salir de la cama, pesqué en la tele una película con este nombre. Click. La traducción al español era “Click, perdiendo el control”. No era la primera vez que la veía y confieso que estoy clara con respecto a que no es la mejor película del mundo.

Puede ser que esta vez, la dichosa película me “agarró” en un estado más filosófico y contemplativo, pero cuando terminó, yo tenía los ojos llenos de lágrimas y el corazón un poquito adolorido.

Tengo 46 años bien vividos. Intensos como yo, felices y ahora mucho más apacibles en la mayoría de los temas. Menos complicados y con una Irene más agradecida, más desapegada a lo que no importa y más clara en lo que sí. Bastante sin miedo cuando tengo que dejar ir y menos dispuesta a permitir que me hagan daño, sea quien sea.

Estoy en un momento completamente diferente a cualquier otro, probablemente un poco más cerca del final de mi vida. No creo poder decir con total certeza, que estoy a la mitad, porque aunque no fui nunca buena en matemática, 46 x 2 son 92…y quién sabe, pero le he pedido mucho a quien me quiera escuchar arriba, que quiero calidad y no cantidad de años.

Esta hermosa vida mía, se ha ido componiendo de cientos de miles de millones de momentos, decisiones y escogencias. Es un cúmulo de vivencias, experiencias y aprendizaje constante, que en algunos casos, me ha dejado más de una cana expuesta.

Qué rico hubiera sido tener uno de esos controles, para adelantar a velocidad vertiginosa los malos momentos o “saltarme la escena” y poner en cámara lentísima esos momentos dulces, para vivirlos con mayor intensidad, a fueguito lento…

On.

Play.
Tengo 6 años. Mi papá y mi hermano hablan de irse a un lugar que se llama Limón… que nombre tan chistoso.

Es una aventura.

Pido que me lleven con ellos. Mi hermano dice que no. Lloro. Mi papá se ríe y dice que si. Uno de los mejores paseos de toda mi vida. Hotel espantoso, nos robaron la cámara en Cahuita. Fuimos a perseguir a los ladrones. Volvimos a la casa con las manos vacías pero con anécdotas que se mantienen hasta el día de hoy.
Repito esta escena y la mujer de 46 vuelve a sentirse la niña feliz, solo por que si, de 6.

Play.
Tengo 8 años. A Suki, la mascota de la casa que nunca me quiso, pero que yo adore, la mató un carro. Yo la encontré. Hemos llorado todos y la casa se siente vacía sin ella. Ya me voy a dormir cuando entra mi papá a mi cuarto. Está escondiendo algo detrás de el… Es una bolita de pelos, blanca con café, muy pequeña.

¡¡¡Es MIA!!!

Se llama Lucerito y mi papá me dice que aunque llore no me da permiso de subirla a mi cama. Me la deja y apaga la luz. Me acuesto en mi cama y dejo a Lucy en el suelo al lado mío.

Llora.

Mi papá no me dijo nada acerca de bajar el colchón al piso. Lucy y yo dormimos pacíficamente hechas una misma cosa.

Amo a mi papá.

Es lo mejor que ha dado la vida.

Forward.
Tengo 10 años. Es la mañana de un sábado y estoy a punto de desayunar un enorme plato de Rice Krispies con leche y banano junto con mi papá, quién milagrosamente está desayunando a esa hora. Estamos solos el y yo. Mi papá levanta la cabeza y sin más preámbulo me dice “tu mama y yo nos vamos a divorciar”. La cuchara no llega a revolver el azúcar en el cereal. Corro escaleras arriba y me tiro a llorar con mi hermano, que solo puede medio consolarme.

Fast forward.
Tengo 38 años. Estoy a punto de firmar el divorcio después de un pésimo matrimonio. Echo la vista atrás con agradecimiento a lo vivido y aprendido a partir de mis 10 años y firmo con alegría mi vuelta a la vida.

Rewind.
Tengo 8 años. Lloro desconsolada. Hace unos días, doña Julia Nagel me explicó porqué ella tenía ese número en el brazo.

Doña Julia… bella, dulce y amorosa.

Acabo de entender el Holocausto pero sigo sin entender.

Mi almita pequeña no entiende cómo el ser humano puede hacerle eso a su congénere.

Nada me consuela.

Fast forward.
En el colegio, a uno de mis compañeros se le ocurre la genial idea de decirme “heil Hitler” para molestarme. Lo dejo encerrado en el cuarto de lockers y hago que lo suspendan por 3 días. Si algo me quedó claro de lo aprendido a los 8, es que nunca más nos quedamos callados.

Me descubro como una persona fuerte y me caigo bien.

Play.
Tengo 13 años y le pregunto a mi mamá qué harían ellos si yo decido casarme con un no judío. Terreno complicado y una pregunta que hace que mi mamá tenga que pararse a pensar su respuesta. “Si te ama a vos, nosotros lo amaremos a él”…

Fast forward.
Conocí a un alemán no judío. Como decimos en Costa Rica, la hice negra, trompuda, culona y bailarina. Me voy a casar con él. Mi papá lo ama porque se quiere casar conmigo y porque parece ser un buen hombre. Mi mamá solo dice una cosa. “No me da confianza”… Ese sexto sentido de las madres. No hago caso a sus temores y la regaño por lo que creo es prejuicio.

Rewind.
Tengo 12 años. Mis papás están recientemente divorciados. Mi papá nos visita a mi hermanita y a mi pero se echa a llorar en la entrada de la casa. Mi hermanita se asusta. Me coloco en medio de ella y mi papá y le digo a él: ”Frente a la chiquita no llore”.

Mi mamá no se entera. Mejor no le cuento. Le va a doler mucho y se va a enojar más con mi papá.

Yo puedo solita.

Play.
Salimos el domingo con mi papá. Mi mamá dormía otra vez con dolor de cabeza. Antes de irme me pidió que le hiciera un masaje. Mi papá otra vez no está feliz. Ya nunca está feliz. Habla mal de mi mamá. Le digo que pare y no lo hace. Le repito que pare y le digo que si no me bajo del carro. No lo hace. Me bajo del carro y me devuelvo a la casa en taxi. Mi mamá no se entera.

Yo puedo solita pero los odio a los dos.

Es lo peor que me puede haber pasado en la vida.

Forward.
Estoy casada y mi recién estrenado esposo no para de discutir. Le digo que pare. No lo hace. Le repito que pare o me bajo del carro. Sigue discutiendo sin sentido. En el siguiente alto, me bajo del carro y me devuelvo a pie a la casa. Déjà vu.

Play.
Tengo un exámen de embarazo en mis manos y es positivo. Mi corazón quiere estallar de la felicidad. Mi esposo entra en pánico y no me habla por 3 días. Le digo tranquilamente que si para el el susto es mayor a la alegría, puede irse por donde entró. Finalmente me vuelve a hablar. Quiero vomitar todo el día. Quiero mango verde y café con leche a la misma vez. Quiero chop suey a las 9 de la mañana y milkshake de café a las 11 de la noche… este frijolito que llevo dentro está a punto de matarme a punta de antojos que terminan en el excusado. Soy feliz.

Soy tan feliz.

Rewind.
Tengo 10 años y juego a estar embarazada con un almohadón en la panza. Qué linda me voy a ver cuando esté embarazada de verdad. Voy a ser tan feliz.

Forward. 31 de Julio de 1985
Tengo 15 años. Mi hermana Mariana se va a casar otra vez. Su futuro esposo se llama Avi y es lo máximo. Mariana está feliz. Avi se siente mal. Tiene fiebre y mucho dolor de espalda. Me pide que le haga masajes pero muy suaves porque le duele mucho. Hoy es la boda. ¡Mi hermana está tan feliz!, mis papás también… yo estoy más feliz que todos. Tengo a Avi que es como mi papá.

Sin control.
1 de agosto de 1985.
Hoy tuvimos que llevar a Avi al hospital, porque siguió sintiéndose pésimo. Nos acaban de decir que tiene cáncer terminal. No hay nada que hacer. Mariana se quiere morir con el y yo me quiero morir en lugar de el. A mi todavía no me necesita nadie… no entiendo nada de esto. No me quiero enojar con D-os pero en este momento lo detesto.

Forward. 5 de febrero de 1986.
Me despierta a las 7 30 de la mañana una sensación de urgencia. Despierto a mi hermano y a mi cuñada y les digo que tenemos que irnos inmediatamente al hospital aunque nadie nos ha llamado. Me hacen caso. Llegamos pero ya Avi está dormido. Agonizando. No se despierta más. Mi hermana está desparramada en la silla frente a su cama. Mi hermana es la definición de dolor. Yo soy la definición de impotencia.

Cámara lenta. Lentísima. 6 de febrero de 1986.
No entiendo cómo puede amanecer soleado. Es un día tan precioso. ¿Será que Avi quiso irse en una mañana así, tan preciosa y brillante y cálida como el? No entiendo como el tiempo sigue pasando pero menos entiendo cómo soy capaz de ver estas cosas si me siento como anestesiada. Hoy enterramos a una enorme parte de nuestros corazones. Yo no quiero vivir esto. Yo no quiero vivir esto. Yo no quiero.

Fast forward.
El dolor pasa y se diluye con el tiempo. Me asombro cuando vuelvo a reír y siento que debería pedirle permiso a mi hermana para hacerlo.

Pausa.

Continuará.

martes, 5 de enero de 2016

Un homenaje a mis Doras o las vacaciones de mi Gerente General.

Marta, la Gerente General de mi casa, se fue de vacaciones, como se van miles de las mujeres que nos liberan del trabajo doméstico todos los días.

Soy pésima en ese tipo de labores. Tengo tantas habilidades con la escoba, el palo de piso y la plancha, como un elefante tiene habilidad como piloto de avión.

No es necesariamente que no me gusten, es que carezco de eficiencia, paciencia, capacidad y gracia. Barro por un lado y cuando me doy vuelta esta sucio de nuevo. Lavo los platos y me da alergia el jabón así que se me despellejan las manos. Arreglo la cocina y al segundo ya esta desordenada al nivel del desastre.

Pareciera además, que mis perros deciden cambiar de pelaje justo cuando me quedo sin la ayuda y podría hacer almohadas, edredones y pelucas con la cantidad de pelo que sueltan. Obviamente, aspiro cada vez que puedo, solo para darme cuenta que de nada me sirvió.

Mientras tanto, mis hijas reclaman que la casa no huele a limón.

La ropa se amontona en los canastos a pesar de mis intentos de mantenerla al día y cuando termino de lavar, los pantalones blancos salen rosados, la ropa negra llena de pelusa blanca, los jeans con manchas, las medias igual de sucias y el resto sale teñida de todos los colores que no le pertenecen. El planchador se convierte en un armatoste inarmable y la plancha en un objeto digno de una cámara de tortura china o medieval.

Y eso que me preparo con antelación.

Arraso en el supermercado con cualquier producto que prometa alivianar el castigo que se avecina. Los "recoge polvo" mas nuevos, las pastillas para que el excusado mas o menos se lave solo, los sprays que matan el 99% de las bacterias, el suavizante de ropa que "no necesita planchado", las pastillas para la lavadora de platos, etc.

En este tiempo paso a ser uno de esos seres humanos que ven con profundo amor, respeto y añoranza, TODOS los anuncios de televisión en los que publicitan los más novedosos aparatos que limpian por sí mismos los pisos y la casa y los azulejos de los baños.

Desde que Marta se va y a pesar de todos mis intentos y mis mejores intenciones y esfuerzos, mis hijas se preguntan entre ellas, en voz baja como para que no les oiga, ¿cuándo volverá?. El susurro deja de ser tal para el tercer día y medio, cuando las dos con cara de desesperación me hacen la misma pregunta directamente. Para el quinto día, delantal puesto, trapo colgando del hombro y habiendo dejado todo el glamour perdido en la canasta de ropa sucia, yo también me lo pregunto en voz alta.

Muy alta.

Así que estos días, he tenido mucho tiempo para pensar en hacer un homenaje a las Doras en mi vida. Mi lavaDORA de ropa, mi lavaDORA de platos, mi aspiraDORA. A estas alturas del partido, sin ellas, habría terminado de perder mi buen humor. Lo que me preocupa un poco es que la dependencia es tal, que cada vez que las uso, les converso y las trato "bonito" y les hago cariñitos cuando ya las voy a dejar de usar.

¡Creo que mas que mi buen humor, debería preocuparme la perdida de mi sanidad mental!

Marta, la Gerente General de mi casa, se fue de vacaciones, como se van miles de las mujeres que nos liberan del trabajo domestico todos los días. Creo que me voy a quedar a vivir en mi oficina por los días que faltan hasta que regrese.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Entrevista a una caloría

IL: Buenas tardes

Caloría: Buenas tardes…

IL: Desde hace tiempo quería conversar con usted

Caloría: Bueno, eso si es noticia… a mi NADIE me quiere.

IL: Las cosas no han pintado bien para usted en los últimos tiempos.

Caloría: ¿Pintado bien? Me tienen demonizada. Me detestan. No hay un segundo del día en el que no me insulten, me culpabilicen, me traten de hacer desaparecer y no reconozcan que algo de valor tengo. Es muy frustrante. Es peor que la Inquisición…es una Cruzada anticalórica.

IL: ¿Y a que le achacaría usted esto que me dice?

Caloría: No es difícil responder… vea lo que venden las paginas de las revistas de moda, los carteles publicitarios, las imágenes de la moda mundiales. Gente en los huesos (por voluntad propia)¡Y no me malinterprete! Yo se que muchos abusan de mi, pero tampoco los extremos. No soy mala y no soy yo la que les hace daño. Son sus propios excesos desmedidos.

IL: Claro, eso es comprensible, pero usted dice que es toda nuestra culpa. ¿Cree realmente que es asi?

Caloría: ¡Por supuesto que es así! Mire, yo soy absolutamente honesta. Soy lo que soy. No soy yo la que se disfraza en las cajas de alimentos que ustedes compran en el supermercado. No soy yo la que se esconde en los alimentos de las cadenas de comidas rápidas, en los aderezos para ensaladas que no son tan "light" como dicen… No, no, no. Ustedes tratan de maquillarme para hacerme pasar desapercibida, pero cuando me tienen enfrente no se controlan. ¿Acaso soy yo la que me hago publicidad? No. Si por mi fuera, me siento a hablar con cada uno de ustedes, para que entiendan que yo siempre voy a estar presente en todos sus alimentos, quiéranlo o no y que no les pongo una pistola en la cabeza para que se aturuguen sin control.

IL: Entiendo su molestia.

Caloría: No creo que o entienda realmente. ¿Y sabe que me frustra muchísimo también?

IL: Dígame

Caloría: Darme cuenta que el pleito es a veces tan grande que prefieren morirse de hambre o verse como muertos vivientes antes de entablar una relación saludable conmigo. Y lo peor de todo… ¿se ha dado cuenta de la cantidad de veneno que meten en sus cuerpos solo para evadirme? Entre colorantes artificiales, edulcorantes químicos, comidas que son como aire, pastillas adelgazantes, "suplementos" alimenticios, laxantes y quién sabe qué más, que lo que hacen es destrozarles el estómago… yo que los veo todo el tiempo no lo comprendo. Es que es tanto más fácil.

IL: Fácil cómo?

Caloría: Yo no voy a desaparecer aunque ustedes traten por todos los medios. Por eso, deberíamos hacernos amigos. Y no me refiero a la amistad ansiosa que algunos tienen conmigo donde me convierto en su mejor amigo y me consumen por cantidades astronómicas. Aunque eso sea un halago para mi y de repente me haga sentir querida, termino sintiéndome abusada. ¡¡¡Y peor!!! Porque ustedes al final de sus atracones, convierten ese amor intenso del principio en un odio visceral, yo no se donde esconderme y muchas veces termino en el excusado.

IL: Si, para usted esconderse no es tan fácil. Es bien evidente cuando la relación entre nosotros es fuerte y constante.

Caloría: Si, yo se… pero lo que ustedes no entienden es que yo hago lo que ustedes quieren. Ni más ni menos. Pero no crea que vivo feliz en su grasa corporal. ¡Que va!

IL: ¿En serio?

Caloría: Por supuesto que no. Vivo aterrorizada. Primero, eso de vivir hacinada teniendo que compartir el espacio con miles de calorías mas, es CERO divertido. Pero además, vivo constantemente amenazada y sabiendo que en cualquier momento me sacan a patadas de sus cuerpos. Me sudan, me vomitan, me niegan la entrada, usan laxantes, pastillas que les cierran el apetito… ¿No me diga que no ha visto en televisión y en las revistas los artículos y los anuncios en mi contra?

IL: Si los he visto. ¿Y que recomienda?

Caloría: ¿Qué recomiendo? Recomiendo lo siguiente. Entiéndanme y entiéndanse. Conózcanme y conózcanse. No abusen de mi. Yo no tengo la capacidad de comerme tallas de su ropa escondiéndome en sus armarios… Son ustedes los que logran eso. Yo con mucho gusto hago lo que ustedes me digan, pero tienen que entender que no me voy a ir así no más. Por eso, pidan comidas donde yo estoy en forma moderada, hagan ejercicio constantemente, lean las cajas de los productos que compran, contrólense y no me utilicen para quitarse la ansiedad, porque como le digo… las cosas siempre caen por su propio peso.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El Alien

Es real.

Todos convivimos con uno y es uno de nuestros compañeros de vida menos agradables que se manifiesta en los momentos menos indicados.

Este personaje, quien ama nuestros jugos gástricos, vive usualmente tranquilo en la parte baja de nuestro estómago y cuando decide aparecer, nos hace pasar horribles papelones y nos deja pésimo frente a los demás en esos momentos tan conocidos por todos, cuando hacemos una desconexión entre lengua y cerebro. En esos momentos cuando el único control que reconocemos es el del televisor o el del portón del garage. En esos momentos cuando el mismito satanás huiría aterrorizado de nosotros, aparece el susodicho en todo su esplendor y gloria.

Su llamado depende del día que hayamos tenido, de si tenemos hambre o no, de si tenemos sueño o estamos descansados, porque aprovecha cualquier excusa para salir a escena.

Antes de que nos demos cuenta se apodera de nosotros desarmándonos de inmediato y dejándonos sin ninguna posibilidad de autodefensa. Sube por el esófago, después por la garganta y cuando llega a la mandíbula nos la desmonta. Sale por nuestra boca y usurpando nuestra voz como si fuera suya, empieza a decir las cosas mas espantosas a la persona que tenemos en frente, con un vocabulario que se lo envidiaría el camionero mas experto.

Nuestro receptor, que por supuesto no entiende que no somos nosotros los responsables de lo que está sucediendo, es el receptáculo del repertorio de agravios continuos, dichos todos juntos y en una misma bocanada de aire, que mas o menos va de la siguiente forma:

“Teneselcerebrodeltamañodeunmaniyniquetedigodetushabilidadeseinteligenciaemocionalcadavezestacosaestapeornoentiedoenquemomentopensequeibasaentenderalgodeloquetetratodeexplicarsicuandohabloparecequehablarasolaynomevengasahoraadecirquetengorazonporqueahorayaesonoimportaloqueimportaesqueteimportaunreverendoculocualquiercosaque…

Acá se detiene a tomar aire, pero antes se vuelve a vernos y burlándose de nuestra cara de absoluto y completo pánico ante lo que esta sucediendo, nos guiña un ojo y continúa

…yosientotepodesirporuntubonoseteocurranillamarmeniescribirmeestacarajadasimplementeseacabocomollegueapensarqueestacosapodiamejorarsiparamejorartendriasquehacerteunaevaluacionsiquitricaymasomenosinternarteparaquetedieranterapiadeelectroshocksademastufamiliamedetestaymeaborrecenomequierenvernienpinturatumamameodiatuabuelaquisieravermequemadavivatupapanimesaludaasiqueyafinalmentelograsteloquequeriasqueeralaejarmesinregresoysinposibilidaddenadaadiosyestavezesdefinitivo.”

Y así termina.

Como el estallido de una bomba atómica.

Como dando el tiro de gracia.

Cerrando con bombos y platillos.

Y a la misma velocidad con la que salió por nuestra boca, vuelve a nuestro estómago y frente al otro, quedamos nosotros.

Agotados y agitados.

Queriendo tragarnos todas y cada una de las palabras que el otro escuchó y entendiendo que no nos van a creer cuando tratemos de explicar que realmente no fuimos nosotros los que dijimos semejante cantidad de tonteras juntas y seguidas.

Espantados y avergonzados, solo quedamos nosotros.

Mientras tanto, nuestro temido huésped, feliz, satisfecho y contento, duerme hasta nuevo aviso, saboreando en su sueño plácido el éxito de una labor bien cumplida.

Querido Mr. Ridley Scott, este Alien hace que el suyo palidezca de vergüenza.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Las promesas de fin de año

En unos días entramos a diciembre.

Este 2015, casi podría jurar que las promesas de mejora y cambio en todos los aspectos de la vida, se incrementaron en, mínimo, 50%, entre los ataques de ISIS, el calentamiento global, los inestables mercados bursátiles, un gobierno peor que inexistente y las permanentes profecías de que en cualquier luna roja, se nos acaba el mundo.

Pero a pesar de todos nuestros miedos juntos, el mundo simplemente continúa girando y yo me pregunto: ¿Qué pasó entonces con todas esas promesas desesperadas, hechas en momentos de absoluta certeza de un fin inminente? ¿Cuáles de esas promesas son realmente sostenibles en el tiempo? ¿Podremos hacer una revisión de lo prometido y siendo completamente veraces con nosotros mismos, cumplir lo mas que se pueda, sin dejar los pelos, la piel y la honestidad en el alambre?

He aprendido a hacer compromisos "cumplibles". Entiendo mis incapacidades mortales y creo que no debería prometer cosas que no me sea absolutamente real poder cumplir. Así prometo tratar de ser mejor persona, tratar de no herir a nadie con mis palabras o actos, ser mejor mamá, mejor pareja, cuidar mis palabras para que sean vehículos de lo positivo incluso en momentos de serio enojo. Prometo que, a pesar de que me cueste, voy a abandonar una batalla en la que aunque tenga la razón, esa razón no llegue en forma positiva al otro. Prometo también respetarme cuando alguien me esté haciendo daño y se niegue a entenderlo. Prometo cerrar las puertas a lo que me lastime y abrirlas de par en par a lo que me hace bien.

Prometo hacer mi mejor esfuerzo para aprender a mantener la boca cerrada cuando lo que vaya a decir no sea constructivo. Prometo prestar más atención a las necesidades de los que amo, prometo hacer mi mejor esfuerzo para ser mas puntual. NO prometo nada que sepa que no puedo cumplir… o sea, prometo mi mejor esfuerzo en todo y de una vez, me disculpo por las veces en las que voy a fallar, porque voy a fallar. Esto esta en mi pobre naturaleza infinitamente lejana de lo divino.

Nos acercamos al 2016 a una velocidad vertiginosa.

Descontamos días del calendario mas rápido de lo que podemos contarlos. Ahora que la vida, o D-os o los Mayas, o Dow Jones nos regalan un poco más de tiempo, ¿que vamos a hacer mejor?, porque no se trata solo de seguir en lo mismo y no se trata tampoco de asumir que como el mundo y la vida continúan, este diciembre, volveremos a la compra desatada de cosas materiales que cubran huecos emocionales que deberíamos cubrir con afecto. No se trata de prometer amor eterno cuando la gasolina emocional tal vez nos de sólo para un mes más. No se trata de prometer cambios radicales en nuestro estilo de vida, ejercicio y alimentación cuando tal vez el tiempo para mantener esta promesa y los medios económicos no den para un cambio tan enorme.

Se trata de ser consecuentes.

Se trata de entrar en contacto con algo más grande que nosotros mismo y entender a la misma vez que no se nos va a juzgar si no prometemos tan en grande y que en el tanto y cuanto nuestros objetivos y promesas no sea autosaboteadores, seremos mejores personas y tendremos mayores posibilidades de cumplir y cumplirnos de acuerdo a nuestras capacidades.

Yo creo en un D-os único, amoroso, paciente. Nos sabe frágiles de voluntad y a veces de recursos pero no por eso nos castiga. Este D-os en el que creo, me hace entender que la promesa mas importante es conmigo y los seres que amo.

Yo voy a cerrar este año con agradecimiento por lo vivido y aprendido. Por los que se quedaron en mi vidas y por los que por una u otra razón se fueron. Voy a ver cuánto coseché de lo positivo que sembré y si la cosecha es poca, si que prometo sembrar más.

Este año que pronto empieza está libre de culpa y pecado. No empecemos prometiendo demasiado en grande, para no terminar echándole culpas que no le corresponden.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Modestia aparte

Han cambiado muchos los tiempos y aunque la brecha generacional no se siente tanto en ciertas cosas en los asuntos del amor, no es una brecha lo que hay entre los adolescentes de ahora y sus padres... Es más bien como la Falla de San Andrés.

Obviamente uno, como mamá o papá, y por más modernos y actualizados que nos consideremos y tratemos de mantenernos, siempre seremos la mamá o el papá, no los amigos y como hoy en día las cosas son radicalmente diferentes a lo que eran cuando teníamos sus edades, cada vez que tratamos de opinar, salimos trasquilados como ovejas.

Así que en las conversaciones sobre el tema, nos mantenemos bastante al margen y hemos aprendido a escuchar y a opinar solo cuando se nos pide, con cautela y medida.

Hablando con una amiga hace unos días, me comentó que una de sus hijas en edad adolescente le había dicho que ya muchas de sus amigas y conocidas “están con alguien”, lo cual es como decir, en nuestra época, que teníamos novio. Se sorprendió que quisiera hablar de esto ella y la escuchó con atención. Se dio cuenta que es un tema que le preocupaba de alguna forma porque en un momento de la conversación, le dijo que no sabía qué iba a amar alguien en ella.

Mi amiga quedó bastante sorprendida y quiso empezar a decirle todas las razones por las que cualquier hombre caería rendido a sus pies, pero su hija la frenó sin que hubiera comenzado.

“No Ma, no me recites todas las cosas que vos, como mi mamá amas de mi. Vos me amas porque sos mi mamá”.

Los que somos padres, amamos a nuestros hijos incondicionalmente y aunque lo hagamos con una buena dosis de realidad y les conozcamos virtudes y defectos, miedos y seguridades, efectivamente las amamos como a nuestra vida y más. Mi amiga, sin saber qué decirle, la dejó que hablara y eventualmente el tema cambió.

Esa conversación me quedó dando vueltas en el pensamiento a mi misma y no había dejado de pensar en cuál sería la respuesta correcta a su pregunta hasta que me cayó de sopetón.

Por supuesto que no tiene nada que ver con lo que nosotros amemos de ellos.

La persona que los ame, va a amar lo que ellos aman de ellos mismos.

Quien nos ame, va a amar lo que amamos de nosotros.

Ni más ni menos.

Es así de fácil y de complicado a la vez, porque usualmente tenemos claro como el agua lo que no nos gusta de nosotros mismos en una lista interminable. No solo lo tenemos claro, si no que vivimos repitiéndonoslo permanentemente como un mantra negativo, para que no se nos olvide y para hacernos menos fácil y menos dulce la vida, pero lo que amamos de nosotros no nos lo decimos a veces ni en un susurro.

Solo la idea de reconocer que nos gusta algo de nosotros mismos nos pone incómodos. No somos capaces a veces, ni siquiera de aceptar un cumplido sin protestar y desacreditarnos frente a quien amablemente nos lo dice.

Y si así le respondemos a los demás, ¿Qué nos decimos cuando estamos solos y nos asomamos al espejo?

Hace un tiempo se hizo un experimento. En la primera parte de este, se convocaba a varias personas y se les pedía que viéndose al espejo, se auto describieran en la mejor forma posible y dijeran qué era lo que veían reflejado al otro lado.

Los resultados fueron realmente tristes. Casi en un 100%, estas auto-descripciones fueron en un tono negativo, despectivo y llegando casi a la crueldad.

En teoría, debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, pero si en la práctica realmente no nos queremos ni un poquito, si vivimos pendientes de gustarle a los otros sin gustarnos nosotros, si insistimos en que nos reafirmen lo buenos que somos, lo lindos que somos, lo eficientes que somos, pero mantenemos un discurso interno totalmente autodetractor, cómo esperamos que alguien mas nos ame y qué es lo que vamos a amar de otra persona si ella o el no sabe lo que ama de si.

No creo en la falsa modestia ni un poquito. La considero uno de los signos mas graves de hipocresía en contra nuestra. Obviamente tampoco creo en andar gritando a los 4 vientos lo maravillosos que somos o en mentirnos diciéndonos que no cometemos ningún error y que somos “la tapa del perol”. Pero he aprendido, (y más de una vez me obligo a hacerlo), a ver y valorar lo que me gusta de mi, lo que me hace diferente, lo que me da un distintivo y me hace interesante para mi misma, antes que para los demás. Disfruto de mi propia compañía, hace muchísimo tiempo dejé de tratar de calzar en una sociedad en la que de una u otra forma me sentía presionada a ser lo que no soy y perdí el miedo al qué dirán.

Sabiendo que me escucho, me cuido muchísimo de lo que me digo en mi discurso interno. Al fin y al cabo, soy lo que pienso y si vivo en una guerra personal y no me amo yo, cómo pretendo que me ame alguien más.

Para cerrar esta Cerebración, les cuento que en la segunda parte del experimento, se invitaba a completos extraños a describir a las personas que tan duramente se habían auto-definido en la primer parte. Lo hicieron con esas personas en frente. Los resultados fueron radicalmente opuestos. Los otros pudieron ver cualidades, atributos y distintivos que ellos no vieron en ellos mismos.

Pero, ¿de qué nos sirve la opinión de alguien mas acerca de nosotros, cuando la nuestra puede ser tan brutal, cuando podemos ser nuestros mas fieros enemigos?

¿Por qué no vernos a los ojos con un poco mas de ternura y agradecimiento?

Dejemos por un rato la modestia a un lado y querámonos sin miedo.

https://www.youtube.com/watch?v=GXoZLPSw8U8

viernes, 30 de octubre de 2015

Con el corazón derretido

El señor de los helados pasaba todas las tardes frente a mi casa entre la 1 30 y la 2 de la tarde. Yo lo escuchaba desde una cuadra antes, cuando hacía sonar las campanitas del carrito y corría a ver si encontraba las moneditas necesarias para el helado de ese día. A veces, cuando lograba el monto, ya el iba por la esquina de mi casa y tenía que correr cuesta abajo para alcanzarlo.

Cuando era pequeñita, no llegaba al tope del carrito para ver qué helados llevaba Entonces me subía en una de las llantas y me metía casi de cuerpo entero en la nevera hasta encontrar el que quería.

¡Olía tan delicioso esa nevera!

No recuerdo la primera vez que le compré pero si recuerdo el sabor de cada una de esas tardes de sol, viento y risas.

Eramos por lo menos 15 niños y muchachitos en mi barrio. Leo, Alejandra, Ana Cristina, Titi, Jose, Marisol, Maria Jesus, Tony, Claudia, Beatriz, Monica, Mauricio, Rosa Irene, Alejandro, Erasmo… todos amigos y el señor de los helados.

Recuerdo que tenía un acento diferente y que siempre usaba botas de hule sobre el pantalón, pero más que todo, recuerdo la sonrisa y la enorme paciencia que tenía ante la marabunta de niños que se abalanzaban sobre el y el carrito. Nos dejaba desordenarle las cajas de helado y nos ayudaba, probablemente, para que no nos sacáramos los ojos tratando de dejarnos el último helado que había, del tipo que queríamos.

Era parte permanente de nuestras tardes. Pero crecimos y poco a poco esas memorias se diluyeron en el tiempo.

El 2 de octubre de este 2015, mientras esperaba que el semáforo se pusiera en verde, miré a mi izquierda y mi memoria, de golpe, estalló en fuegos artificiales.

El heladero y su carrito estaban a mi lado.

De repente así no más, la niña que aún vive en mi, bajó la ventana del carro y casi en un grito le preguntó hacía cuanto vendía helados. Tenía miedo que la memoria me jugara una de esas bromas y que no fuera el.

“Hace 40 años”, me dijo con ese acento particular.

EL semáforo se puso en verde y el carro de atrás me pitó para que avanzara, así que me despedí y me fui.

Desde esa esquina, hasta la que seguía, avancé con una sensación de completa incredulidad.

Los siguientes 50 metros, fueron una tortura mientras encontraba una esquina donde dar vuelta para irlo a buscar. Lo encontré de nuevo esperando la salida de los niños de un colegio, rodeado de adultos que disfrutaban de sus helados en esa tarde de sol.

En medio de una ciudad con tránsito constante, no es fácil simplemente bajarse del carro, así que lo llamé a mi ventana y le conté en forma muy resumida, cuán precioso era su recuerdo en mis memorias.

Las personas que me veían esa tarde no entendían el porqué de mi felicidad al encontrar las monedas para comprarle nuevamente una paleta de natilla, ni del porqué le pedí que me permitiera tomarle una foto conmigo, pero a esa niña que efectivamente aún vive en mi, ese helado le supo a los mejores recuerdos de su vida. A las tardes felices y a los amigos que trascienden el pasar del tiempo. Al frío soleado de diciembre, a los eneros calurosos, a la libertad que sólo tenemos en la infancia.

Estoy segura que no tiene idea de quien soy.

Estoy convencida que debe tener miles de clientes y que yo solo fui una más. Pero el representa para mi, todas las memorias de una niña feliz que veía el mundo todavía con ojos inocentes. Del aroma de la despreocupación. De nuestras risas infantiles sumergidos de cabeza en la caja fría de ese carrito, buceando nuestro helado favorito. De las conversaciones sobre juegos de escondido, barbies y muñecas, Kickball y bicicletas, sentados en la acera de mi barrio con mis amigos. Del sabor tan familiar del tiempo que de repente dejó de pasar y se detuvo en un helado por el resto de la vida.

sábado, 24 de octubre de 2015

La sociedad perfecta

Tenemos 50 y 50% de acciones en esta empresa que llevamos y por ende tomamos las decisiones juntas.

Aunque yo pueda no estar de acuerdo, ella tiene como filosofía propia escuchar los proyectos que propongo, con paciencia y buen ánimo pero no siempre está de acuerdo con llevarlos a cabo lo que hace que en mas de una ocasión yo entera haga un cortocircuito explosivo. Ella me mira pacientemente sin decirme o explicarme el porqué de su reticencia a dejarme hacer lo que me da la gana y un poco burlona me repite cada vez, "ya vendrá la respuesta a su tiempo". Así, no me queda mas que seguir adelante con carita de “nada paso” aunque me quiera morder los codos.

A veces, con cierta insolencia, me atrevo a llevarle la contraria ante lo que me propone y logro demostrarle que también tengo razón y derecho, que he aprendido muchísimo en esta sociedad que tenemos ella y yo y que aplico ese aprendizaje todos los días y así, la sociedad camina como relojito suizo.

Esta socia mía, que me lleva años luz de ventaja en experiencia, me dio al inicio una serie de herramientas que hoy por hoy me son invaluables en el manejo de nuestra relación laboral.

Me dio sentido de justicia. Me dio algo de inteligencia emocional. Me dio sentido del humor. Me dio la posibilidad de amar sin miedo. Me dio la posibilidad de decir no. Me dio una lucecita interna que puedo encender cuando el camino se pone oscuro. Me dio la posibilidad de ser rebelde ante lo que se me propone, siempre y cuando esa rebeldía tenga sentido. Me dio algo así como una personalidad bastante "todo terreno". Me dio la posibilidad de siempre sacar la experiencia de cada momento. Y me dio la posibilidad de escoger entre siempre ser feliz a pesar de lo que pase o hundirme en el proceso.

Yo a ella le he dado mi pasión absoluta por todo lo que hago. Le he dado la posibilidad de ser vivida con la mayor intensidad. Le he dado mi confianza plena. La he vivido con un permanente sentido de curiosidad. La he vivido sin miedo pero con cautela. Y le he seguido proponiendo proyectos en conjunto constantemente.

Hemos ido creciendo juntas ella y yo.
Siempre de la mano.
Siempre confiando una en la otra.
Porque ella entiende que me necesita tanto como yo a ella.

Es mi vida y soy yo quien la vive.

miércoles, 14 de octubre de 2015

¡¡¡A celebrar carajo!!!

El año antepasado tuve una pesadilla en julio.

Me acuerdo perfectamente del mes en el que fue, porque soñé que era mi cumpleaños pero yo cumplo el primero de octubre. Mi pesadilla fue horrible porque nadie me felicitaba. Desperté angustiada y a pesar que la canción de feliz cumpleaños me daba algo así como "calambre de tímpano", en la mañana llamé a mi mamá, a mis hermanos y a mi mejor amiga y los obligué a cantármela.

Ese mismo año agarré al toro por los cuernos.

Decidí que antes que a alguien se le ocurriera no celebrarme yo iba a celebrarme a mi misma y que para poder disfrutar con todos los que quiero y que me quieren celebraría del primero de octubre al primero de noviembre. Un mes enterito. Decidí ser yo misma la que convocara a todos con los que quiero pasar ese tiempo tan especial y de esta forma evitarme cualquier posibilidad de que alguien quede por fuera.

El año pasado, para hacer las cosas todavía mejor, compré pizza, me hice mi propio pastel y convoqué a toda mi familia y a mis mejores amigos a mi casa para festejar juntos. La pasé mas que divino. Este año, anuncié mi cumpleaños desde el primero de septiembre y elaboré una clarísima lista de como quería festejar, para hacerles la vida mas sencilla a los que efectivamente quisieran pasarlo conmigo. La respuesta fue preciosa. No tengo idea de cuantos me habrán escrito, pero me he sentido como la reina de los "festejos populares" y he disfrutado de cada detalle de mis amigos y familia.

Yo nací feliz. Tengo esa enorme suerte y por ende, siempre estoy celebrando algo. Si el día amaneció lindo, lo celebro, si llueve, también lo celebro. Si mis hijas logran algo importante, lo celebro. Trato de hacer relevantes esos momentos que transforman la monotonía en algo memorable, en un recuerdo dulce y alegre. Busco razones y fechas para hacerlo porque creo que estamos obligados a aprovechar las oportunidades que tengamos y porque se va tan velozmente rápido el tiempo, que cuando nos damos cuenta, los años pasaron y mucho de lo que debió y quienes debieron ser fuente de alegría, de festejo y de compartir con los que uno ama, simplemente pasaron.

Cumpleaños, aniversarios, días del Padre y de la Madre, graduaciones, nuevos trabajos, todo debe ser motivo de alegrías y de reuniones con la gente a la que siempre queremos cerca. Muchos años de mi temprana adultez los pasé en guerra con mis padres, pero no hubo un solo momento meritorio de festejo, en el cualquier barrera interpuesta por el enojo, simplemente cayera. No hubo un solo cumpleaños en el que mis papás dejaran de recibir una tarjeta mía, un regalo y muchos besos. Fue igual de parte de ellos y guardo todas y cada una de esas tarjetas y cartitas como un tesoro invaluable y amado.

La vida siempre nos responde de acuerdo a como la veamos. Si para nosotros lo importante de recordar son las cosas tristes, será eso lo que más tendremos, si al contrario, vemos cada día como una posibilidad de celebración, encontraremos muchos motivos para hacerlo sin importar que tan bueno o malo fue ese día.

Conforme avanzo en edad y al haber perdido a mis padres, abuelos, algunos amigos y familiares, incluyendo mascotas, entiendo mucho más claramente la importancia que tiene el compartir la alegría. Lo que celebramos, lo que nos causa felicidad, lo que nos genera risas en unión de quienes queremos es lo que hace que incluso con el paso imparable del tiempo los recuerdos felices sean los que prevalezcan.

Entiendo claramente que la felicidad es una acción diaria, consciente y voluntaria, así que diaria, consciente y voluntariamente me programo para estar feliz y en la mejor forma en la que puedo, contagiar a los que amo. Por esto, seguiré buscando motivos para celebrar y para seguir construyendo recuerdos que alimenten y nutran a mi alma. Al fin y al cabo quiero que cuando se me recuerde, sea con una sonrisa en el rostro y alguna buena anécdota compartida.

¡Feliz cumpleaños a mi!

domingo, 27 de septiembre de 2015

Shit happens

Aunque nos quieran vender lo contrario, nada es una constante. Nada. Ni la salud, ni la felicidad, ni el amor, ni los trabajos, ni el estado de ánimo, ni el dinero.

Ese mito que nos han metido en la cabeza solo termina atentando contra nuestra estabilidad emocional y de alguna forma, nos pone en una situación de permanente desventaja y de constante comparación con lo que tienen, hacen o sienten los demás y peor aún, hace que tratemos de estar a la altura exacta de estándares ficticios.

Esto hace también, que sintamos que todo lo que pasa tiene relación directa con nosotros y que por ende vivamos buscándole la “quinta pata al gato” y en permanente estado de alerta y defensa.

¿No sería mas fácil si pudiéramos ver las cosas que pasan solo así, como cosas que pasan, no como cosas que siempre NOS pasan?

Nos haríamos más fácil la vida si pensáramos que todo lo que pasa tiene que enseñarnos algo.

¿Por qué necesitamos permanentemente buscarle respuestas a todo?

Cuando hace poco mas de 2 semanas se murió mi mascota Pooky, que fue una de mis hijas perrunas, en medio de la enorme pena que sentimos, mi hija mayor me preguntó muchas veces por qué estaba pasándonos esto. A pesar de que soy una persona altamente reflexiva, me quedé sin poder responderle porque simplemente fue algo que no tenia ningún sentido ni respuesta alguna.

Pooky se enfermó y se murió.

Simplemente pasó.

Así de claro y sencillo.

Asumir esto me sorprendió enormemente. Me sorprendió más el descubrir que no era necesario encontrarle la respuesta. Sacando el racionalismo de la ecuación, me conecté con el dolor de mi pérdida y pude llorarla mucho mucho.

“Shit happens”, es una pequeña pero poderosa frase en inglés que traducida literalmente quiere decir que a veces la mierda sucede. Esta frase, un poco mejor explicada se traduce en que hay cosas que solo pasan porque si.

Creo que el desapego, cambio o ruptura con algo o alguien, nos sacude en lo mas profundo y necesitamos poder racionalizarlo de alguna forma para asimilarlo y terminar aceptándolo porque de otra forma, el trago se hace imposible.

Pero creo también que parte de madurar está en entender que a veces, lo que pasa simplemente pasa y que no tiene que ver directamente con nosotros.

No somos siempre los protagonistas de todo.

No todas las historias se relacionan con nosotros y no siempre tenemos la obligación de sacarle la moraleja.

Hacerme esta propuesta me abre un panorama nuevo e inexplorado y de repente deja fluir las presas de angustia que he acumulado con el tiempo.

No todo tiene que ver conmigo.

No todo me compete.

No todo se refiere a mi y no, no tengo que buscarle la respuesta a cada una de las situaciones.

¿Qué logro con esto?

1. Fluir: Al no buscar la relación directa que tiene conmigo lo que ocurre, logro una mejor perspectiva propia y no me aferro a lo sucedido. No lo hago mío. Lo dejo fluir, permitiendo que únicamente me afecte en la medida en que yo lo desee. Eso inmediatamente me deja decidir qué quiero aprender y hace el dolor y la angustia mucho mas llevaderos.

2. Independizarme de las circunstancias ajenas: Ejemplo. El mundo está en crisis, pero YO, con la independencia que da el desapego, puedo ver las oportunidades que esta crisis presenta para mi, en lugar de caer en el pozo de negatividad colectiva. De esta forma puedo elaborar estrategias personales que me coloquen en un lugar más ventajoso.

3. Salirme del protagonismo: La gente hace cosas. No necesariamente ME hace cosas. Esto me quita del “centro del escenario” y me obliga a colocarme como una espectadora de las acciones de los demás, pero no como el receptáculo permanente de esas acciones. Así, puedo avanzar sin quedarme pegada preguntándome eternamente por qué ME hicieron daño. Ponerle fin al “complejo de persecución” me permite entender que lo que los otros hacen no tiene que quedarse grabado en mi memoria emocional como si fuera un agravio personal.

4. Des-victimizarme: Es muy fácil convertirse en las víctimas permanentes de las circunstancias. Es lo MAS fácil. Pero si siempre nos le presentamos de ésta forma a la vida, la vida nos va a seguir viendo y tratando así hasta que nosotros cambiemos la perspectiva. Efectivamente, todos pasamos por cosas muy duras.

Todos.

Pero los grandes ganadores de la historia, los ejemplos a seguir, los que nos motivan y hacen crecer, son los que a pesar de caer mil y una veces, se levantan, cojean un rato sin dejar de avanzar y llegan a nuevo puerto con la sonrisa en la cara y la bandera del “Si se puede” en alto.

5. Empoderarme: Al salirme del protagonismo de las situaciones que se dan o de las acciones de los demás, inmediatamente vuelvo a adueñarme de mi misma y de mis emociones y como resultado, logro que lo que sucede no me sacuda sin control. Me empodero. Al empoderarme y salirme de la espiral del “pobrecita yo”, puedo entrar en contacto con lo que quiero para mi vida y llamarlo, pedirlo claramente y aceptarlo cuando llega.

6. Reconectarme: Todo lo anterior me obliga y me permite estar conectada conmigo misma, con mi fuerza interior, con mi capacidad de perspectiva, con mi paz. También de esta forma, puedo tener mucho mas claro cuando sí tengo que defenderme de algo que no está bien.

Así, de repente, entendemos que aunque llueva y nos empapemos, simplemente llovió. No NOS llovió. La próxima vez, llevaremos sombrilla.

Entendemos que aunque un cliente no apruebe un proyecto por el que trabajamos mucho, no lo hizo porque le cayéramos mal. El o ella, tienen la potestad de decidir y quizás simplemente hubo variables específicas que le llevaron a tomar esa decisión. La próxima vez presentaremos un mejor proyecto si consideramos que así debe ser.

Que aunque alguien a quien amamos se enferme y/o se muera, tenemos que entender que eso no NOS lo manda D-os como un castigo.

D-os no castiga.

Antes de pensar en lo que nosotros podemos sentir con la enfermedad del otro, tenemos que pensar en el enfermo y salirnos nosotros de la ecuación. Por otro lado, la muerte es lo único seguro que tenemos y tenemos que verla así y dejar ir con amor.

Aunque nuestros seres queridos tomen decisiones opuestas a lo que deseamos y eso nos duela o nos frustre, usualmente no lo hacen por HACERNOS un daño o llevarnos la contraria. Es SU decisión y ellos tendrán que aprender de ella.

Si le ponemos el nombre de "problema" a todo, todo será un problema. Si le ponemos el nombre de tragedia a todo, todo será una tragedia. Pero por el contrario, si ponemos las cosas en la perspectiva correcta, cambiamos de palabras para definir algo que nos pasó o nos está pasando y lo vemos como circunstancia o situación, sin miedo y con tranquilidad, nos vamos a dar cuenta que somos nosotros mismos los que tenemos el poder de poner a la vida de nuestro lado.

Lo único permanente es el cambio. Nos guste o no.

Nadie piensa como nosotros.

Nadie reacciona exactamente como nosotros quisiéramos.

Pero ni D-os castiga, ni la vida, ni la gente, ni las cosas que pasan están en contra nuestra.

La vida está siempre lista, como un buen Boy o Girl Scout, para darnos lo que queremos y lo que le pedimos.

Un cambio de perspectiva a veces más que necesario, es obligatorio, porque efectivamente, “shit happens”.