Entrada destacada

Click 6

On Mañana cumplo 49 años. Ese número anuncia la inminente llegada de los 50 en tan sólo un año. Estoy tan agradecida con la vida. Tan...

viernes, 13 de noviembre de 2015

Modestia aparte

Han cambiado muchos los tiempos y aunque la brecha generacional no se siente tanto en ciertas cosas en los asuntos del amor, no es una brecha lo que hay entre los adolescentes de ahora y sus padres... Es más bien como la Falla de San Andrés.

Obviamente uno, como mamá o papá, y por más modernos y actualizados que nos consideremos y tratemos de mantenernos, siempre seremos la mamá o el papá, no los amigos y como hoy en día las cosas son radicalmente diferentes a lo que eran cuando teníamos sus edades, cada vez que tratamos de opinar, salimos trasquilados como ovejas.

Así que en las conversaciones sobre el tema, nos mantenemos bastante al margen y hemos aprendido a escuchar y a opinar solo cuando se nos pide, con cautela y medida.

Hablando con una amiga hace unos días, me comentó que una de sus hijas en edad adolescente le había dicho que ya muchas de sus amigas y conocidas “están con alguien”, lo cual es como decir, en nuestra época, que teníamos novio. Se sorprendió que quisiera hablar de esto ella y la escuchó con atención. Se dio cuenta que es un tema que le preocupaba de alguna forma porque en un momento de la conversación, le dijo que no sabía qué iba a amar alguien en ella.

Mi amiga quedó bastante sorprendida y quiso empezar a decirle todas las razones por las que cualquier hombre caería rendido a sus pies, pero su hija la frenó sin que hubiera comenzado.

“No Ma, no me recites todas las cosas que vos, como mi mamá amas de mi. Vos me amas porque sos mi mamá”.

Los que somos padres, amamos a nuestros hijos incondicionalmente y aunque lo hagamos con una buena dosis de realidad y les conozcamos virtudes y defectos, miedos y seguridades, efectivamente las amamos como a nuestra vida y más. Mi amiga, sin saber qué decirle, la dejó que hablara y eventualmente el tema cambió.

Esa conversación me quedó dando vueltas en el pensamiento a mi misma y no había dejado de pensar en cuál sería la respuesta correcta a su pregunta hasta que me cayó de sopetón.

Por supuesto que no tiene nada que ver con lo que nosotros amemos de ellos.

La persona que los ame, va a amar lo que ellos aman de ellos mismos.

Quien nos ame, va a amar lo que amamos de nosotros.

Ni más ni menos.

Es así de fácil y de complicado a la vez, porque usualmente tenemos claro como el agua lo que no nos gusta de nosotros mismos en una lista interminable. No solo lo tenemos claro, si no que vivimos repitiéndonoslo permanentemente como un mantra negativo, para que no se nos olvide y para hacernos menos fácil y menos dulce la vida, pero lo que amamos de nosotros no nos lo decimos a veces ni en un susurro.

Solo la idea de reconocer que nos gusta algo de nosotros mismos nos pone incómodos. No somos capaces a veces, ni siquiera de aceptar un cumplido sin protestar y desacreditarnos frente a quien amablemente nos lo dice.

Y si así le respondemos a los demás, ¿Qué nos decimos cuando estamos solos y nos asomamos al espejo?

Hace un tiempo se hizo un experimento. En la primera parte de este, se convocaba a varias personas y se les pedía que viéndose al espejo, se auto describieran en la mejor forma posible y dijeran qué era lo que veían reflejado al otro lado.

Los resultados fueron realmente tristes. Casi en un 100%, estas auto-descripciones fueron en un tono negativo, despectivo y llegando casi a la crueldad.

En teoría, debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, pero si en la práctica realmente no nos queremos ni un poquito, si vivimos pendientes de gustarle a los otros sin gustarnos nosotros, si insistimos en que nos reafirmen lo buenos que somos, lo lindos que somos, lo eficientes que somos, pero mantenemos un discurso interno totalmente autodetractor, cómo esperamos que alguien mas nos ame y qué es lo que vamos a amar de otra persona si ella o el no sabe lo que ama de si.

No creo en la falsa modestia ni un poquito. La considero uno de los signos mas graves de hipocresía en contra nuestra. Obviamente tampoco creo en andar gritando a los 4 vientos lo maravillosos que somos o en mentirnos diciéndonos que no cometemos ningún error y que somos “la tapa del perol”. Pero he aprendido, (y más de una vez me obligo a hacerlo), a ver y valorar lo que me gusta de mi, lo que me hace diferente, lo que me da un distintivo y me hace interesante para mi misma, antes que para los demás. Disfruto de mi propia compañía, hace muchísimo tiempo dejé de tratar de calzar en una sociedad en la que de una u otra forma me sentía presionada a ser lo que no soy y perdí el miedo al qué dirán.

Sabiendo que me escucho, me cuido muchísimo de lo que me digo en mi discurso interno. Al fin y al cabo, soy lo que pienso y si vivo en una guerra personal y no me amo yo, cómo pretendo que me ame alguien más.

Para cerrar esta Cerebración, les cuento que en la segunda parte del experimento, se invitaba a completos extraños a describir a las personas que tan duramente se habían auto-definido en la primer parte. Lo hicieron con esas personas en frente. Los resultados fueron radicalmente opuestos. Los otros pudieron ver cualidades, atributos y distintivos que ellos no vieron en ellos mismos.

Pero, ¿de qué nos sirve la opinión de alguien mas acerca de nosotros, cuando la nuestra puede ser tan brutal, cuando podemos ser nuestros mas fieros enemigos?

¿Por qué no vernos a los ojos con un poco mas de ternura y agradecimiento?

Dejemos por un rato la modestia a un lado y querámonos sin miedo.

https://www.youtube.com/watch?v=GXoZLPSw8U8

No hay comentarios.:

Publicar un comentario