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domingo, 27 de septiembre de 2015

Shit happens

Aunque nos quieran vender lo contrario, nada es una constante. Nada. Ni la salud, ni la felicidad, ni el amor, ni los trabajos, ni el estado de ánimo, ni el dinero.

Ese mito que nos han metido en la cabeza solo termina atentando contra nuestra estabilidad emocional y de alguna forma, nos pone en una situación de permanente desventaja y de constante comparación con lo que tienen, hacen o sienten los demás y peor aún, hace que tratemos de estar a la altura exacta de estándares ficticios.

Esto hace también, que sintamos que todo lo que pasa tiene relación directa con nosotros y que por ende vivamos buscándole la “quinta pata al gato” y en permanente estado de alerta y defensa.

¿No sería mas fácil si pudiéramos ver las cosas que pasan solo así, como cosas que pasan, no como cosas que siempre NOS pasan?

Nos haríamos más fácil la vida si pensáramos que todo lo que pasa tiene que enseñarnos algo.

¿Por qué necesitamos permanentemente buscarle respuestas a todo?

Cuando hace poco mas de 2 semanas se murió mi mascota Pooky, que fue una de mis hijas perrunas, en medio de la enorme pena que sentimos, mi hija mayor me preguntó muchas veces por qué estaba pasándonos esto. A pesar de que soy una persona altamente reflexiva, me quedé sin poder responderle porque simplemente fue algo que no tenia ningún sentido ni respuesta alguna.

Pooky se enfermó y se murió.

Simplemente pasó.

Así de claro y sencillo.

Asumir esto me sorprendió enormemente. Me sorprendió más el descubrir que no era necesario encontrarle la respuesta. Sacando el racionalismo de la ecuación, me conecté con el dolor de mi pérdida y pude llorarla mucho mucho.

“Shit happens”, es una pequeña pero poderosa frase en inglés que traducida literalmente quiere decir que a veces la mierda sucede. Esta frase, un poco mejor explicada se traduce en que hay cosas que solo pasan porque si.

Creo que el desapego, cambio o ruptura con algo o alguien, nos sacude en lo mas profundo y necesitamos poder racionalizarlo de alguna forma para asimilarlo y terminar aceptándolo porque de otra forma, el trago se hace imposible.

Pero creo también que parte de madurar está en entender que a veces, lo que pasa simplemente pasa y que no tiene que ver directamente con nosotros.

No somos siempre los protagonistas de todo.

No todas las historias se relacionan con nosotros y no siempre tenemos la obligación de sacarle la moraleja.

Hacerme esta propuesta me abre un panorama nuevo e inexplorado y de repente deja fluir las presas de angustia que he acumulado con el tiempo.

No todo tiene que ver conmigo.

No todo me compete.

No todo se refiere a mi y no, no tengo que buscarle la respuesta a cada una de las situaciones.

¿Qué logro con esto?

1. Fluir: Al no buscar la relación directa que tiene conmigo lo que ocurre, logro una mejor perspectiva propia y no me aferro a lo sucedido. No lo hago mío. Lo dejo fluir, permitiendo que únicamente me afecte en la medida en que yo lo desee. Eso inmediatamente me deja decidir qué quiero aprender y hace el dolor y la angustia mucho mas llevaderos.

2. Independizarme de las circunstancias ajenas: Ejemplo. El mundo está en crisis, pero YO, con la independencia que da el desapego, puedo ver las oportunidades que esta crisis presenta para mi, en lugar de caer en el pozo de negatividad colectiva. De esta forma puedo elaborar estrategias personales que me coloquen en un lugar más ventajoso.

3. Salirme del protagonismo: La gente hace cosas. No necesariamente ME hace cosas. Esto me quita del “centro del escenario” y me obliga a colocarme como una espectadora de las acciones de los demás, pero no como el receptáculo permanente de esas acciones. Así, puedo avanzar sin quedarme pegada preguntándome eternamente por qué ME hicieron daño. Ponerle fin al “complejo de persecución” me permite entender que lo que los otros hacen no tiene que quedarse grabado en mi memoria emocional como si fuera un agravio personal.

4. Des-victimizarme: Es muy fácil convertirse en las víctimas permanentes de las circunstancias. Es lo MAS fácil. Pero si siempre nos le presentamos de ésta forma a la vida, la vida nos va a seguir viendo y tratando así hasta que nosotros cambiemos la perspectiva. Efectivamente, todos pasamos por cosas muy duras.

Todos.

Pero los grandes ganadores de la historia, los ejemplos a seguir, los que nos motivan y hacen crecer, son los que a pesar de caer mil y una veces, se levantan, cojean un rato sin dejar de avanzar y llegan a nuevo puerto con la sonrisa en la cara y la bandera del “Si se puede” en alto.

5. Empoderarme: Al salirme del protagonismo de las situaciones que se dan o de las acciones de los demás, inmediatamente vuelvo a adueñarme de mi misma y de mis emociones y como resultado, logro que lo que sucede no me sacuda sin control. Me empodero. Al empoderarme y salirme de la espiral del “pobrecita yo”, puedo entrar en contacto con lo que quiero para mi vida y llamarlo, pedirlo claramente y aceptarlo cuando llega.

6. Reconectarme: Todo lo anterior me obliga y me permite estar conectada conmigo misma, con mi fuerza interior, con mi capacidad de perspectiva, con mi paz. También de esta forma, puedo tener mucho mas claro cuando sí tengo que defenderme de algo que no está bien.

Así, de repente, entendemos que aunque llueva y nos empapemos, simplemente llovió. No NOS llovió. La próxima vez, llevaremos sombrilla.

Entendemos que aunque un cliente no apruebe un proyecto por el que trabajamos mucho, no lo hizo porque le cayéramos mal. El o ella, tienen la potestad de decidir y quizás simplemente hubo variables específicas que le llevaron a tomar esa decisión. La próxima vez presentaremos un mejor proyecto si consideramos que así debe ser.

Que aunque alguien a quien amamos se enferme y/o se muera, tenemos que entender que eso no NOS lo manda D-os como un castigo.

D-os no castiga.

Antes de pensar en lo que nosotros podemos sentir con la enfermedad del otro, tenemos que pensar en el enfermo y salirnos nosotros de la ecuación. Por otro lado, la muerte es lo único seguro que tenemos y tenemos que verla así y dejar ir con amor.

Aunque nuestros seres queridos tomen decisiones opuestas a lo que deseamos y eso nos duela o nos frustre, usualmente no lo hacen por HACERNOS un daño o llevarnos la contraria. Es SU decisión y ellos tendrán que aprender de ella.

Si le ponemos el nombre de "problema" a todo, todo será un problema. Si le ponemos el nombre de tragedia a todo, todo será una tragedia. Pero por el contrario, si ponemos las cosas en la perspectiva correcta, cambiamos de palabras para definir algo que nos pasó o nos está pasando y lo vemos como circunstancia o situación, sin miedo y con tranquilidad, nos vamos a dar cuenta que somos nosotros mismos los que tenemos el poder de poner a la vida de nuestro lado.

Lo único permanente es el cambio. Nos guste o no.

Nadie piensa como nosotros.

Nadie reacciona exactamente como nosotros quisiéramos.

Pero ni D-os castiga, ni la vida, ni la gente, ni las cosas que pasan están en contra nuestra.

La vida está siempre lista, como un buen Boy o Girl Scout, para darnos lo que queremos y lo que le pedimos.

Un cambio de perspectiva a veces más que necesario, es obligatorio, porque efectivamente, “shit happens”.

3 comentarios:

  1. Irene, me encantó este escrito. No sé qué tan conscientemente lo hayás hecho, pero lograste expresar de una manera meridianamente clara conceptos basales de la psicología moderna. Tanto así, que utilizaré tu texto como una lectura para analizar en mis clases universitarias en la carrera de psicología.
    Gracias por compartir la claridad de tu pensamiento y la riqueza de las elucubraciones de tu inquieta mente. En fin, gracias por tus cerebraciones que nos hacen cerebrar a todos.
    Aceptá por favor mi más entusiasta expresión de admiración y respecto.

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  2. Mil gracias Gonzalo por tu comentario!! Me ha hecho muy feliz leerlo y me siento mas que honradísima de ser parte de sus clases!!! Un abrazo.

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