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martes, 5 de enero de 2016

Un homenaje a mis Doras o las vacaciones de mi Gerente General.

Marta, la Gerente General de mi casa, se fue de vacaciones, como se van miles de las mujeres que nos liberan del trabajo doméstico todos los días.

Soy pésima en ese tipo de labores. Tengo tantas habilidades con la escoba, el palo de piso y la plancha, como un elefante tiene habilidad como piloto de avión.

No es necesariamente que no me gusten, es que carezco de eficiencia, paciencia, capacidad y gracia. Barro por un lado y cuando me doy vuelta esta sucio de nuevo. Lavo los platos y me da alergia el jabón así que se me despellejan las manos. Arreglo la cocina y al segundo ya esta desordenada al nivel del desastre.

Pareciera además, que mis perros deciden cambiar de pelaje justo cuando me quedo sin la ayuda y podría hacer almohadas, edredones y pelucas con la cantidad de pelo que sueltan. Obviamente, aspiro cada vez que puedo, solo para darme cuenta que de nada me sirvió.

Mientras tanto, mis hijas reclaman que la casa no huele a limón.

La ropa se amontona en los canastos a pesar de mis intentos de mantenerla al día y cuando termino de lavar, los pantalones blancos salen rosados, la ropa negra llena de pelusa blanca, los jeans con manchas, las medias igual de sucias y el resto sale teñida de todos los colores que no le pertenecen. El planchador se convierte en un armatoste inarmable y la plancha en un objeto digno de una cámara de tortura china o medieval.

Y eso que me preparo con antelación.

Arraso en el supermercado con cualquier producto que prometa alivianar el castigo que se avecina. Los "recoge polvo" mas nuevos, las pastillas para que el excusado mas o menos se lave solo, los sprays que matan el 99% de las bacterias, el suavizante de ropa que "no necesita planchado", las pastillas para la lavadora de platos, etc.

En este tiempo paso a ser uno de esos seres humanos que ven con profundo amor, respeto y añoranza, TODOS los anuncios de televisión en los que publicitan los más novedosos aparatos que limpian por sí mismos los pisos y la casa y los azulejos de los baños.

Desde que Marta se va y a pesar de todos mis intentos y mis mejores intenciones y esfuerzos, mis hijas se preguntan entre ellas, en voz baja como para que no les oiga, ¿cuándo volverá?. El susurro deja de ser tal para el tercer día y medio, cuando las dos con cara de desesperación me hacen la misma pregunta directamente. Para el quinto día, delantal puesto, trapo colgando del hombro y habiendo dejado todo el glamour perdido en la canasta de ropa sucia, yo también me lo pregunto en voz alta.

Muy alta.

Así que estos días, he tenido mucho tiempo para pensar en hacer un homenaje a las Doras en mi vida. Mi lavaDORA de ropa, mi lavaDORA de platos, mi aspiraDORA. A estas alturas del partido, sin ellas, habría terminado de perder mi buen humor. Lo que me preocupa un poco es que la dependencia es tal, que cada vez que las uso, les converso y las trato "bonito" y les hago cariñitos cuando ya las voy a dejar de usar.

¡Creo que mas que mi buen humor, debería preocuparme la perdida de mi sanidad mental!

Marta, la Gerente General de mi casa, se fue de vacaciones, como se van miles de las mujeres que nos liberan del trabajo domestico todos los días. Creo que me voy a quedar a vivir en mi oficina por los días que faltan hasta que regrese.

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