Sus nombres se los pongo yo y así mismo se los quito.
Usted es solo el disfraz de mis dudas. Usted no es mi dueño ni el dueño de mis
sueños. No me asusta ni un poquito ¿sabe?, porque a usted, don Miedo, me lo
invento yo.
Así que venga y véame a los ojos.
¿Cuál es su amenaza?
¿Quitarme lo que tengo?
¿Que se borre lo que he hecho?
¿No ser suficiente y que me dejen de querer?
¿Morirme?
De lo que tengo no me llevo nada.
Si lo que he hecho lo he hecho con el corazón, quedará
grabado en piedra y nadie podrá borrarlo.
Si soy suficiente para mí, entonces es suficiente y si me
dejan de querer no me voy a morir. Un corazón roto tiene mas espacio para amar.
Me moriría en vida si me creo lo que suavecito dejo que me
susurre en momentos de incertidumbre, con voz livianita como una brisa que se
cuela entre las rendijas de mis certezas.
¿Pero sabe qué?
Yo no me lo creo y aunque esté sentadita en una esquina sin
tener muchas ganas de moverme porque todo se ve oscuro alrededor, voy a salir a
tientas y cuando menos se lo espere, yo lo voy a asustar a usted.
Esta vida no está para que me cuenten cuentos de lobos. De
demonios. De espantos.
El lobo solo tenía hambre.
Satanás en algún momento fué un ángel.
El Coco se esconde debajo de las camas porque tiene pavor de
salir…
Esta vida está para darle la cara, así como se lo exijo a
usted.
Usted don Miedo, sin mi no es nada pero yo sin usted lo soy
todo y aún desde mi esquinita oscura veo el rayo de luz clara hacia la que debo
dirigir mis pasos y usted simplemente se esfumará.
¡Puf!
Así no más.
Y el día y la noche serán tan radiantes como yo quiero que
sean.
Así que mi querido don Miedo, tome sus maletas y váyase tan
ligero o tan pesado como desee irse.
Acá no es bienvenido.
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