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viernes, 19 de junio de 2015
Un libro en blanco
¿Recuerdan cuando antes de entrar a la escuela nos daban los útiles?
¿Cuántos cuadernos nuevos habremos abierto y llenado a lo largo de nuestra
vida escolar, colegial y universitaria?
La vida es igual.
Cada día es una página en blanco de este hermoso libro en el que escogemos
lo que escribimos.
Amo y le tengo un enorme respeto a la palabra. Para mi la palabra
escrita, hablada y pensada es sagrada y me cuido de escoger minuciosamente el
sentido de cada oración y pensamiento para hilar coherentemente lo que quiero
transmitir a los demás y lo que quiero fortalecer dentro mío y aunque desde
hace muchos años no tengo un diario propiamente dicho, asumo cada día con la
alegría, la ilusión y el entusiasmo de quien por primera vez escribe en una
página en blanco.
Es una gran responsabilidad con nosotros mismos asumir nuestro día a día y
tomar así mismo la decisión de definir lo que realmente importa para dejarnos
grabado en nuestro “Libro de Vida”.
Creo firmemente en que si algo no me sirve, si no me ha dejado alguna
enseñanza o me ha causado desasosiego o dolor y no lo puedo resolver, no merece
ser incluído en mi Libro.
A lo largo de mis 45 años hay algo que se manifiesta como una constante: Yo decido aprender, aplicar y en la
medida de lo posible, enseñar y aportarles a los demás en positivo.
Aprendí a la fuerza a tener paciencia, a enteder que los tiempos de D-os no
necesariamente son los míos, a que las respuestas no siempre llegan cuando yo
quiero y a ver cada día como una posibilidad más de avanzar, de fluír, de
crecer un poquito.
Y no es que no me enoje, que no me salga de mis casillas, que no haya veces
en las que quiera agarrar el tintero imaginario, estrellarlo contra la pared y
simplemente dejar esa específica hoja en blanco. Pero realmente que son los menos.
Usualmente en todos mis días hay amor,
risa, pasión, reflexión, música y una curiosidad como de niña por ver que me
depara mi vida.
Soy yo la que escoge esto.
Soy yo la que entiende que para ser feliz hay que
decidirse a serlo, consciente, diaria y voluntariamente.
Soy yo la que escoge al amor como la guía diaria.
Soy yo la que conscientemente me pongo límites con
respecto a lo que voy o no a pensar y a cuanto tiempo de vida buena voy a
malgastar en casos perdidos.
Soy yo la que antes de ver lo que me falta, agradezco con toda el alma por
todo lo que tengo y por lo que vendrá.
Hoy, a usted que me lee, le hago una propuesta. Tome una hoja en blanco y escriba durante 1 mes, las
8 cosas diarias que lo hicieron feliz. Que le reforzaron lo positivo. Que le
dieron paz.
Se vale desde que le gusto ver el amanecer, que pudo
levantarse vivo de la cama, que tuvo la suerte de poder compartir su tiempo con
los seres que ama, que tiene trabajo…
Vale todo menos lo que no merece quedar
permanentemente escrito en su sagrado Libro de Vida.
Dése cuenta de cuantas bendiciones y de cuantos motivos de felicidad hay en
todos sus días.
Escríbalo y léalo cada vez que quiera tirar el tintero imaginario contra la
pared.
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