Entrada destacada

Click 6

On Mañana cumplo 49 años. Ese número anuncia la inminente llegada de los 50 en tan sólo un año. Estoy tan agradecida con la vida. Tan...

jueves, 23 de julio de 2015

La empatía es un verbo.

A mis trece años, mientras andaba en San José en un día de invierno, en el que caía una lluviecita persistente, una muchacha con discapacidad caminaba con dificultad.  Al pasar por la entrada de una tienda que estaba mojada y resbalosa, perdió el equilibrio y cayó aparatosamente.

Yo la vi.

Supe que tenía que hacer y no hice nada.

Me paralicé.

Alguien mas la ayudó a levantarse.

Alguien mas.  

Hasta el día de hoy ésta imagen me acompaña permanentemente.

Yo no siempre he sido empática con los demás, como bien lo escribo al inicio y eso a veces me pesa en el corazón.  Muchas veces no he sido empática y amorosa conmigo misma y eso tambien me pesa y mucho.

La empatía al igual que el amor, la paz y la felicidad es un verbo.

Es una acción.

La empatía no es decirle “pobrecito” al que sufre o la esta pasando mal, porque con eso no ayudamos en nada.

Al contrario.

El que necesita no es “pobrecito”. Y nosotros no somos quienes para hacerlo sentir así.

A veces esa persona solamente está estancada y pasando por un mal momento y no quiere nuestra conmiseración.

Tal vez necesita que lo ayudemos a levantarse. Que creamos en el o ella y que lo ayudemos a salir de ese charco en el que patina sin lograr nada.

La empatía es ponernos en los zapatos de los demás y tratar de entender en toda su dimensión lo que el otro puede estar viviendo y a partir de ahí, ayudar, cuidar, proteger y consolar como necesita y no como nosotros creemos que necesita.  

La empatía es preguntar qué podemos hacer, realmente poniendo atención.

La empatía es salirnos de nuestro usual estado de confort. Es no creernos los dueños de la verdad absoluta. 

Desapegarnos de nuestras propias opiniones, es duro y complicado. 

Es arrancar de nuestro vocabulario anímico la palabra “juzgar” en todas sus conjugaciones.

Ser realmente empáticos nos expone a enfrentarnos con nuestros propios miedos, encarnados en la piel de otro. 

Y ahí justamente es cuando tenemos la obligación de ver hacia adentro y hacia afuera.

Hacia adentro, para tomar la decisión de hacer el bien por alguien más porque la intención de ayudar a sanar y a que el otro salga adelante debe ser mas fuerte que el juicio que pudiéramos emitir.

Hacia afuera porque ese otro, que esta necesitando nuestro amor, ayuda emocional, económica, hombro para llorar o simplemente nuestro oído, no somos nosotros y por ende tiene necesidades propias que debemos respetar.

Sigo fallando muchas veces en mis habilidades de empatía.

Lo reconozco y me arrepiento.  Pero puedo decir a mi favor, que siempre estoy dispuesta a dar ese abrazo, a prestar un oído sin juicio ni opinión alguno, a menos que me lo pidan. A ayudar a quien me lo pida, feliz de poder hacerlo, a tratar de alegrarle el o los días oscuros al que lo necesite.

En tiempos en los que las cosas no necesariamente me han sido fáciles, he sido durísima conmigo y tener que pedir ayuda ha requerido de un esfuerzo titánico y de una dósis de humildad enorme. Pero no hacerlo significaba poner en riesgo mi estabilidad emocional.

Pedir ayuda y dejar que nos la den nos abre un panorama maravilloso con respecto al amor que a veces no creemos merecer. Es en los tiempos difíciles cuando los afectos reales surgen y cuando lo que hemos sembrado en otros se ve como una cosecha de amor.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario