De
acuerdo a mi mamá, normal era la hija de sus mejores amigos, que era pulcra y
ordenada, todo lo guardaba en cajitas en su closet, sacaba cuadro de honor y
jamás tenía un mal gesto. Era profunda y meticulosa.
De
acuerdo a mi papá, normales eran todos los otros niños menos sensibles. Esos a
los que las cosas no los afectaban tanto.
De
acuerdo a mis tíos, normal era la familia tradicional, con la mujer entregada a
las labores de la casa y a sus hijos y un padre proveedor.
De
acuerdo a la educación del país, normal era repetir como cotorra y memorizar
cuanta fórmula existía. ¿Pensar? Jamás.
De
acuerdo con todo lo anterior yo ya iba en números rojos.
Mi
cuarto siempre estaba al punto del caos. Todo y todos me hacían llorar. Mi mamá
era feminista, artista consumada, actriz y en la obra Divinas Palabras tuvo que
salir con los pechos expuestos… frente a la sociedad costarricense de principio
de los años 80’s. Mi papá era médico,
ateo, machista y absolutamente reacio a las relaciones con una sociedad que
cuestionó hasta el último día de su vida. Divorciados. Y para peores, yo no
lograba aprenderme de memoria ni la tabla del 1.
¿Qué
nos define como normales en un mundo donde esa palabra cada vez se sale mas de
su contexto original?
¿Por
qué necesitamos tanto calzar en los moldes preestablecidos?
¿Cuándo
logramos romper un poco esos marcos que tratan de estandarizarnos?
De las
etiquetas que me pusieron y con las que viví por muchos años, solo me dejé las que hoy exhibo con
orgullo. Sensible. Fuerte. Decidida. Chistosa. Despistada. Intensa. Poco sumisa. Valiente.
Esas
son las que me enorgullecen. A las otras las he ido desapareciendo a punta de
trabajo propio y de ver como esos benditos moldes en los que no lograba calzar,
se iban desfigurando con el paso del tiempo hasta que en lugar de adaptarme a
ellos, se adaptaban a mi.
Todos
somos diferentes y esa es la maravilla más absoluta.
Detestaría
vivir en un mundo donde fuéramos iguales, pensáramos todos de la misma
forma y no nos atreviéramos a la transgresión, a la autenticidad y a exhibir con alegría y orgullo nuestros propios colores, eso si, bajo el respeto mas absoluto a los demás.
De mis
amigos, todos y cada uno son un compendio de cualidades que han ido tomando
fuerza con el paso de los años. Tengo amigos artistas, abogados, comunicadores,
diseñadores, modelos, ruidosos, calladitos, extrovertidos, tímidos, heterosexuales,
lesbianas, gays, casados, divorciados, ejecutivos, sanadores holísticos, sicólogos,
hippies, clásicos, millonarios, religiosos, agnósticos, ateos, judíos,
católicos, budistas, humildes, madres que se encargan de su hogar, profesionales
sin hijos, profesores, pero la tónica que nos une es justamente eso.
En
nuestra gran mayoría, todos y cada uno de nosotros rompimos un poco ese molde
que pretendía formarnos como piezas idénticas unas de las otras.
Nos
salimos del closet y nos atrevimos mostrarnos como somos en realidad.
Y es que le
tengo seria desconfianza a la definición de normalidad. Ha habido demasiados
locos en la historia para los que su
propia definición de dicho concepto dejó muchos millones de muertos. Como muestra un botón: Irónicamente, el modelo físico ideal de los niños de la “Raza Aria” en la Segunda Guerra Mundial, era una beba judía… Hitler
desconocía este hecho, pero probablemente de haberse enterado se pega el tiro
antes.
No
estoy diciendo que tenemos que convertirnos en anarquistas “malamansados” y
salirnos completamente de las normas que hacen del humano un ser un poco mas
controlado. Pero si creo que tenemos que
celebrar lo que nos hace diversos, porque eso somos. Diversos. Diferentes.
Unicos…maravillosamente únicos, a pesar de que a la misma vez somos lo mismo.
Por
eso, conocer y complacer nuestros propios estándares; reconocernos como los
personajes principales de nuestros sueños y tratar de cumplirlos aunque al
hacerlo rompamos el molde en que nos querían meter; atrevernos a llevarle la
contraria a lo que nos hace sentirnos a disgusto en nuestra propia piel, aunque
sea lo tradicionalmente impuesto. Dejar de etiquetar y no permitir que nos
etiqueten, es lo que nos hará ser nuestros propios dueños.
Me
niego a ser normal a menos que sea dentro de mis propios parámetros. Al fin y al cabo, los moldes impuestos son
como el closet del que tanto se habla de salir hoy en día y yo hace mucho
tiempo me di cuenta que los espacios estrechos y oscuros y yo, no somos compatibles.
Todos deberíamos
en algún momento abrir las puertas y ser normales, únicos e irrepetibles en nuestros propios términos.
Rompamos el molde, mandemos al carajo los estereotipos, abramos y salgamos del
closet de nuestras propias limitaciones.
Acá
afuera solo asustan si nos creemos el cuento que alguien más nos contó de
nosotros mismos.
Excelente, identificada!
ResponderBorrarExcelente reflexion. Debemos respetar a cada persona por lo que es y tener en cuenta que lo normal es subjetivo. Saludos
ResponderBorrarAsi es! Saludos!!
ResponderBorrarme encantó!
ResponderBorrarmuchas gracias :)
Atte: Kri
Más que identificado, excelente comentario. Su madre una gran mujer, que hasta en un momento de mi vida y la de ella nos tocó bailar boleros......wow!! Salgamos de nuestros propios encierros....
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