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jueves, 30 de julio de 2015

Ni príncipe, ni azul.

A principios de los 1500’s, Enrique VIII era el príncipe más espectacular de toda Europa. Atlético, Delgado, fino y educado, hacía que nobles y plebeyas conspiraran unas contra otras y perdieran la cabeza por el.  

Literalmente.

Cuando murió su hermano Arturo, quien iba a ser Rey, el ascendió al trono y para mantener sanas las relaciones diplomáticas entre España e Inglaterra, se casó con la viuda de éste, Catalina de Aragón. 

Ya casado, las hermanas Bolena, ambas fueron sus amantes y el rey dejó a Mary por casarse con Ana, encerró a Catalina su esposa ya por 24 años, en un palacio que se caía a pedazos y separó a Inglaterra de la Iglesia Católica.  Como Ana no le dió un hijo hombre, la decapitó y luego se casó 4 veces más, no sin antes decapitar a otra de sus esposas, a la que le llevaba 30 años de diferencia porque la muchacha de 19 años lo rechazaba. Terminó obeso, lleno de llagas, casi inválido y…casado.

Ahora, pasemos a los cuentos que nos contaron.

Sabían ustedes que La Bella Durmiente no fue despertada de su sueño profundo por el Príncipe Azul, con un beso de amor verdadero?

No.

En el cuento original de los hermanos Grimm, el Príncipe al verla dormida la viola. 

Nueve meses después, da a luz a gemelos (dormida aún) y uno de ellos le sustrae el veneno del dedo al chuparlo, por lo que despierta.

El Príncipe Azul que yo soñé…

En la versión original de La Cenicienta, también de los Hermanos Grimm, las hermanastras se amputan trozos del pie para poder calzarse el zapato de princesa. Sin embargo, el Príncipe se da cuenta y dos pájaros empiezan a picotearles los ojos. El cuento termina con las hermanastras ciegas y mendigando en las calles mientras Cenicienta vive con el Príncipe en su castillo.

Por cierto que nunca supe cual era el nombre verdadero de Cenicienta.  Cenicienta (o) es alguien injustamente postergado, maltratado y del color de la ceniza.

En la historia de La Sirenita, de Hans Christian Andersen, ella no solo sacrifica su hermosa voz al volverse humana, sino que al dejar su cola de sirena por un par de pies, cada paso que da es una tortura espeluznante.  Cuando ella ve como el príncipe Erik se casa con otra mujer y le ofrecen un cuchillo con el que apuñalarlo, ella más bien decide tirarse al mar y morir convertida en espuma.

Y todavía hay cientos de paginas en Google que dan indicaciones sobre cómo encontrar al bendito Príncipe Azul.

En los años 50’s, en España, se publicó el “Manual de Comportamiento para una Buena Esposa”, que nos indica que debemos ser pulcras, impecables, estar siempre a la espera de complacer a nuestro esposo sin siquiera hacerle un comentario sobre nuestro aburridísimo día.  El, por supuesto, viene de su agotador trabajo o incluso, de pasar toda la noche fuera, pero la Buena Esposa está en la obligación de callarse cualquier cosa que quiera decir con respecto a lo que ella quiere, piensa o siente. Cualquier cosa que el le de, incluso si es un golpe o un insulto, deberá ser recibida de buen talante y agradecidas porque es la ESPOSA…


¿Cuántas de nosotras mismas hoy en día, cumplimos bastante al pie de la letra con el documento?

Cumplimos.


Sin cuestionarnos mucho.  


Lo tenemos tan introyectado que ni siquiera nos damos cuenta.  Por cierto y como nota curiosa, la AUTORA del dichoso manual nunca se casó.

No he visto un solo Manual del Comportamiento para el Buen Esposo. Ni uno solo.

Acá va algo realmente aterrador.

El manual del Comportamiento de la Mujer según la ley Islámica, fue elaborado en pleno siglo 21.  Apareció por primera vez el mes de febrero pasado de ESTE año, pero fue conceptualizado y desarrollado después de siglos de opresión de género.

Algunas de las reglas son:
“Las niñas podrían contraer matrimonio a los nueve años. Las más puras deberán estar casadas para los 16 o 17 y todas las mujeres deben considerar a la maternidad como el propósito de su existencia.  Además deben tejer y cocinar.”

“Salones de belleza y tiendas de moda son prohibidos por ser obra del demonio…”

“Cubrirse completas es mandatorio o podrán ser castigadas según la Ley Sharia.”

“Debe permanecer en la casa porque es su lugar natural y sólo pueden salir en circunstancias excepcionales como por ejemplo, si fuera a estudiar teología, si es doctora o educadora o se va finalmente a luchar en la Guerra Santa.”

El manifiesto indica que la educación de una mujer termina a los 15 años.

La sociedad y en muchos casos la sociedad femenina, alimentando el sistema machista generacional, educa a sus niñas con la ilusión malsana de que, si tienen suerte, un hombre al que ellas van a respetar, admirar, cuidar, amar incondicionalmente, soportar estoicamente, les va a dar el honor de casarse con ellas.  El que las ame es secundario.

Por esto le deben estar eternamente agradecidas.

A los niños se les dice que hay miles de mujeres que sumisamente los van a respetar, admirar, cuidar, amar incondicionalmente  y soportar estoicamente. Que casi no deben ni buscar, porque siempre va a haber una mujer a quien ellos le van a dar el honor de ser su esposo. El amor es secundario.

Por esto le deben estar eternamente agradecidas.

No soy feminista radical ni mucho menos.   Amo cocinar para mi pareja, consentirlo cuando puedo, acompañarlo a sus cosas, escucharlo y verlo feliz. Amo ser su mujer y que vayamos de la mano por la vida. Amo sentir que con su amor y su apoyo estoy segura emocionalmente y que puedo permitirme ser vulnerable, amo que me consienta y que me haga sentir la mujer mas preciada del mundo y me dejo amar. 

Pero en un mundo donde la desigualdad y violencia de género es nuestro pan de cada día, donde la fuerza laboral femenina es de casi un 55% pero sigue siendo remunerada muy por debajo de su contraparte masculina; donde a pesar de los esfuerzos de organizaciones mundiales, la mutilación genital femenina sigue siendo un hecho para más de 70 millones de mujeres; donde hay países en los que se nos niega la educación básica, es seriamente preocupante que continuemos llenándonos la cabeza de expectativas románticas retrógradas, que también, de alguna forma, nos mutilan el cerebro, el corazón, la piel y el alma.

Nunca he creído que alguien tenga que venir a rescatarnos.  Si alguien quiere venir a nuestra vida, que sea a complementarnos.

Yo por lo menos, nunca les tuve confianza a los que me prometían bajarme la luna, el sol y las estrellas y ya tengo un nombre. No necesito que me den otro. Y nunca quise ser princesa. Requiere demasiado protocolo, etiqueta y sumisión.

Nosotras  somos las dueñas de nuestras vidas.

Somos dadoras de vida.
Somos poderosas.
Somos valientes.
Somos amor.

Somos y debemos ser el personaje principal de nuestra propia historia.


2 comentarios:

  1. Este ameno artículo de Irene me ha hecho percatarme que en algunas cosas yo aún estaba en un "puro cuento". Ha sido muy útil leerte esta tarde Irene. Yo he experimentado el placer de cocinar para mi pareja, de meterme en su cuarto de pilas o de planchar, en el baño para asistir a los niños aunque no exista un manual para el buen esposo y eso es porque dichosamente fui encausado a entender lo que afirmas al final: las mujeres Son dadoras de vida, Son poderosas, Son valientes, Son amor. No me cabe duda que por eso amo verdaderamente a mi madre, hijas, hermanas, amigas, ciudadanas responsables, parejas que he tenido..... Gracias! :)

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